“Pero un samaritano, que iba de camino … vendó sus heridas” (Lucas 10:33-34)
La historia del buen samaritano no habría trascendido si Jesús hubiese elegido otros protagonistas. Cada uno representa un sector de la humanidad. El sacerdote al gobernante. El levita al religioso. El samaritano a los despreciados. El herido puede ser cualquier ser humano, porque todos podemos estar heridos en algún camino.
Los que gobiernan a menudo pasan de largo ante las necesidades reales de las personas, la mayor parte de las veces están preocupados de ayudar en tanto obtengan algún voto que los mantenga en su posición o alguna ganancia. Muchos religiosos por su parte están tan en el limbo de las alabanzas y aclamaciones a Dios que no escuchan los clamores de quienes están a su lado sufriendo.
Los que menos tienen más dan. Las poderosos están ocupados en contar sus recursos y no tienen tiempo de dar. He visto a ricos malgastar millones en diversiones insulsas y mendigar un centavo.
Los samaritanos son aquellos que aunque pobres, despreciados y humillados por su procedencia, etnia o nacionalidad están dispuestos a ayudar y aliviar el sufrimiento de quienes están a su lado.
Recolectando alimentos para personas necesitadas llegué a casa de una mujer rica, luego de escuchar mi pedido mirándome con un gesto altanero entró a su casa y me trajo una caja de fósforos, que devolví diciendo:
—Señora, seguramente hoy almorzará lo que una o dos familias necesitadas tendrán por alimento para todo el día. No necesito su limosna. Confio en que nunca esté tan necesitada que le den como comida un caja de fósforos.
Triste golpee al hogar de una familia modesta. Cuando expliqué el motivo de mi visita me hicieron pasar y al poco rato volvieron con una caja de comestibles pidiendo disculpas por no poder dar más. Seguramente no entendieron porque mis ojos se llenaron de lágrimas. Quise ir a la casa anterior para mostrarles pero me contuve.
Tal como ayer, sigue habiendo heridos en el camino. Personas que necesitan que les cubran sus heridas y los lleven al posadero para descansar.
Del libro inédito Cada vida un universo
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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