Pastoreando al pueblo



En aquel tiempo gobernaba a Israel una profetisa llamada Débora, que era esposa de Lapidot” (Jueces 4:4).

Nunca ha sido fácil ser mujer. El que crea lo contrario, seguramente es varón y machista. La historia muestra vez tras vez el abuso sistemático de la mujer que le ha tocado vivir una lista infinita de amarguras y, en algunos rincones del mundo, eso sigue siendo aún una realidad palpable todos los días.

Por eso que cuando la Biblia nos dice que Israel era “gobernado” por una mujer, que además era profetisa y que más encima estaba casada, nos deja ante una situación totalmente nueva. Es el equivalente a pensar que Afganistán o Arabia Saudita aceptaran que una mujer fuera su gobernante.

Por otro lado, según 1 Crónicas 17:6 la función dada por Dios a los jueces era pastorear al pueblo. Eso en buen español se dice “pastor” o, en el caso de una mujer, “pastora”. Nos gastamos discutiendo lo que la Biblia ya señala sin ambigüedad, que cuando Dios llama a alguien lo hace sin distinción de género. Débora fue llamada a “pastorear” el pueblo, así lo dice sin ambigüedad la Biblia, más allá que a machistas y androcentristas les guste o no.

Débora fue la encargada de pastorear Israel en un momento históricamente crítico, y lo hizo como cualquier otro juez que hubo antes o después. Con total convicción de que había sido llamada por Dios y que su tarea no se ponía en tela de juicio.

Se menciona al pasar el nombre de su esposo Lapidot, que seguramente, no tendría los complejos mentales que algunos tienen en la actualidad que no aceptan que sus esposas tengan más capacidad de liderazgo que ellos. Este hombre es admirable, en una época donde la mujer no tenía derecho ni siquiera a decidir con quién se casaba, aquí estaba él casado nada más ni nada menos que con la jueza, la gobernadora, la dirigente, la gobernadora, la pastora del pueblo.

Dios llama no a varones o mujeres, Dios llama a personas que indistintamente de su género están en condiciones de cumplir una misión para Dios. Débora aceptó el desafío y hasta ahora su nombre es símbolo de fortaleza, hidalguía, empuje y valentía, no por ser mujer, sino por aceptar el desafío.

Del libro inédito Cada vida un universo
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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