Saber quién eres



Epícteto, el filósofo griego que vivió entre los años 55 y 135, escribió: “Cada cual se tasa libremente en alto o bajo precio, y nadie vale sino lo que se hace valer; tásate, pues, como libre o como esclavo: esto depende de ti”. Han pasado siglos y las palabras de este sabio aún perduran en el tiempo como un acicate a la falta de sabiduría de quienes eligen despreciarse a sí mismos y terminan desvalorizándose de tal modo que sus vidas se convierten en un fracaso.

Para amar, es condición básica saber quiénes somos y el precio que nos damos a nosotros mismos. Una persona que decide ser amada, lo hace bajo la premisa de saber su valor como individuo. Cuando alguien se desvaloriza, también permite que en su vida entren personas que en vez de ayudarla a mejorar su autoestima la dañan más aún que antes, haciendo que se produzca un ciclo tóxico de rechazo.

Aceptamos las proposiciones que están en relación al concepto que tenemos de nosotros mismos. Si nos consideramos valiosos, entonces, no podemos aceptar cualquier proposición y eso también involucra a la pareja.

Muchas personas, con talentos, valiosas, inteligentes, con mucho potencial, terminan anulándose a sí mismas por el tipo de personas que aceptan como compañeros o cónyuges, simplemente, porque el valor que se han dado a sí mismas no es el más adecuado.

Una de las grandes paradojas cristianas es que Dios nos consideró tan valiosos que estuvo dispuesto a crear un plan para ayudarnos a entender nuestro valor como individuos. Cristo entregó su vida en la cruz, precisamente para mostrarnos el valor que tenemos que excede cualquier cifra. Cristo vendría a morir, aún cuando fuera una sola persona la que precisara de su sacrificio, porque una verdad muy simple y a la vez extraordinaria: Cada ser humano es valioso en sí mismo, de un valor incalculable. Lo paradojal es que muchas personas sabiéndolo intelectualmente, no lo incorporan como eje central de sus vidas.

Cuando entendemos el valor cualitativo que tenemos, nunca permitimos que nos hagan sentir inferiores o que abusen de nuestra confianza, simplemente, porque nos respetamos a nosotros mismos.

Del libro inédito Lazos de amor
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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