La empatía no se puede decretar, pero sin ella es imposible ponerse en el lugar de otras personas. El egoísmo existencial hace que muchos sólo se miren el ombligo sin observar lo que ocurre a su alrededor, los hace creer que si a ellos no les pasa, no le ocurre a nadie, lo que genera una actitud displicente frente a las necesidades y problemáticas ajenas.
Hace algunos años, un viejo pastor a quien admiré mucho me confesó emocionado que cuando alguna mujer hablaba sobre violencia doméstica o maltratos verbales, siempre pensaba que las mujeres estaban mintiendo. No se le ocurría pensar que alguien que iba a una iglesia y adoraba a Dios pudiera ser un monstruo en su casa. Así que con vergüenza me confesó que por años, lo único que hizo fue amonestar a las pocas mujeres que se atrevieron a hablarle para que dejaran de hablar de sus maridos y no trajeran oprobio a la iglesia dando una mala imagen.
Sin embargo, un día, su hija que vivía en otro país, lo llamó angustiada y le confesó que sus cinco años de matrimonio habían sido un infierno. Casada con un líder religioso, era maltratada física, sexual y emocionalmente, prácticamente todos los días. En ese momento pensaba en el suicidio y no recurrió a su padre, simplemente, porque pensaba que él terminaría creyendo en su yerno. Pero esta vez, ese hombre anciano, abrió los ojos y se dio cuenta, que lo que muchas veces le habían dicho era cierto. Como alguna vez una joven, ex-alumna me dijo: “Lo que no se ha vivido, no se ve”, y es cierto. Como suelo decir, una cosa es hablar desde la vereda del frente y distinto es desde tu vereda.
La expresión de egoísmo que va a acompañada de falta de sensibilidad y empatía frente a los que sufren, a menudo, no ve lo que no quiere ver y alega, de manera cruel, que como a él o ella no le ocurren, entonces, a nadie más le pasa, y con eso no sólo aumenta el dolor de los que sufren, sino que pone una venda en los ojos de quienes, con otra actitud, podrían ayudar a que las cosas fueran diferentes.
El dolor ajeno es y debería ser nuestro dolor. La empatía alivia a quienes sufren y deja una gran huella de sufrimiento a quienes teniendo hambre de comprensión sólo encuentran indiferencia, insensibilidad y falta de amor. Hay mucho dolor, basta que abramos los ojos, antes que sea tarde.
Del libro inédito Lazos de amor
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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