Ana, la profetisa que recibe a Jesús



“En ese momento se presentó ella, y comenzó también a expresar su reconocimiento a Dios y a hablar de él a todos los que aguardaban la redención en Jerusalén” (Lucas 2:38)

Jesús fue judió, pero no vino sólo por los judíos. Jesús fue varón, pero no vino a representar sólo a los varones. Jesús nació semita, pero su vocación de vida se concentraba en toda la humanidad. Por eso al anuncio de su nacimiento vinieron tres forasteros, para representar el mensaje recibido por los gentiles, ellos, fueron nuestros representantes delante del Mesías.

Ana, la mujer profetiza, la que había esperado al Maestro por tanto tiempo, la que se había quedado en el Templo, sabiendo que en algún momento vendría Jesús, representó a todos los israelitas que no eran de Judá (la tribu de Cristo). Ana era hija de Fanuel, de la tribu de Aser. La tribu de Aser era parte de las tribus dispersas. Por eso su estadía en el templo tenía tanto significado. Jeroboam se emancipó de la casa de David junto a diez Tribus, y durante siglos muchos de ellos rechazaron la idea de un Mesías de Israel.

Ana aparece para saludar al Rey de la casa de David. Es una invitación a considerar a todos, incluyendo a la despreciada Galilea que estaba más allá de lo que se consideraba pueblo santo.

En el momento en que bendice a Jesús, Ana tiene 84 años. No representa a la nueva generación. Pertenece al Israel que está muriendo. Con su gesto extiende un puente entre el pasado y el futuro. Viene además como mujer, representando a tantas que como ella eran despreciadas y vilipendiadas en medio de una nación que había perdido el sentido de un Dios que “no hace acepción de personas” (Romanos 2:11).

Por último representa a los profetas que durante siglos vivieron con la esperanza de ver algún día al Mesías y murieron con la esperanza viva. Cuando ella conoció a Jesús “dio gracias a Dios y comenzó a hablar del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén” (Lucas 2:38). Fue la última testificación profética en Israel antes de la venida del portavoz, Juan el Bautista.

Toda una vida para un sólo momento, y ese instante fue decisivo. Esperó para cumplir su misión y anunciar como profeta al Mesías.

Del libro inédito Cada vida un universo
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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