En muchos sentidos Daniel es un enigma. Se tienen vislumbres de su vida, pero casi nada de su vida personal o íntima. No sabemos nada de su familia ni de sus actividades cotidianas, salvo los pocos antecedentes que menciona la Biblia. Aún así, es uno de los cuatro profetas mayores más conocidos de la historia de Israel y muy querido por los judíos de todos los tiempos.
Su nombre, que en hebreo significa “Dios es mi juez”, lo retrata de manera completa. Es un hombre que dejó su vida en las manos de Dios y ordenó todo lo que era al servicio de la divinidad. Es lo que marcó su vida y le dio sentido total a su existencia.
Había nacido en cuna de oro, era de casta real y también, tenía algún vínculo sacerdotal. Pero, nada de eso lo envanece. Al contrario, fue una persona que no guió su vida por los antecedentes familiares, sino por los objetivos que marcaron su existencia.
Cuando su vida se truncó a los 17 años por la invasión babilónica parecía que hasta allí llegaría todo y pasaría a engrosar la larga lista de jóvenes judíos que habían visto su vida perdida y sumergida en una guerra fratricida y cruel. Sin embargo, tomó algunas decisiones que marcaron definitivamente su existencia. Se convirtió en sobreviviente.
Estuvo a las órdenes de varios reyes. Con Nabucodonosor alcanzó una confianza e intimidad que difícilmente la había logrado un súbdito extranjero. Darío el Medo lo puso como presidente de unos 120 príncipes, lo que le ocasionó el ser maltratado a consecuencia de la envidia.
No sabemos qué ocurrió al fin de sus días, pero por todos los antecedentes debe haber muerto lleno de honores y el prestigio de una vida al servicio de altos ideales. Cuando algunos creen que se puede ser exitoso sólo cuando las condiciones se dan y cuando los vientos de los acontecimientos juegan a favor, hay que mirar a Daniel para darse cuenta que fue exitoso teniendo todo en contra, siendo fiel a Dios y no claudicando su conciencia.
Fue un resiliente, una persona que aprendió a ser honesto consigo mismo y con Dios en las peores circunstancias.
Del libro inédito Cada vida un universo
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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