El hombre que caminó con Dios



Caminó Enoc con Dios” (Génesis 5:22).

En muchos sentidos la vida de Enoc es un enigma. Aparece mencionado en sólo tres ocasiones en la Biblia, en Génesis cuando se da cuenta de su vida en tan sólo cuatro versículos (Génesis 5:21-24), en el libro de Hebreos en la lista de los hombres y mujeres héroes de la fe (Hebreos 11:5) y en Judas, donde se menciona un libro que habría escrito del cual no se tienen copias (Judas 1:14) y del cual existe un texto que se atribuye a él. Nada más. Pero, lo que se dice es suficiente para entender algunas verdades que necesitamos conocer.

Fue hijo de Jared y el padre del hombre más longevo de la tierra, Matusalén (Génesis 5:21) quien vivió la friolera de 969 años, casi un siglo.

Sin embargo, la característica más importante de este hombre es que “caminó con Dios”, expresión que en el original hebreo implica “andar con alguien”, “acompañar”, “servir de compañía” y es interesante la forma en que está planteado, porque no sugiere que fue Dios el que acompañó a Enoc sino al revés, lo que supone un giro en la forma en que entendemos habitualmente los textos bíblicos, en esta ocasión, es un ser humano el que acompaña a Dios, evidentemente, es una forma de decirlo, pero que está haciendo énfasis en que para Enoc no había nada más importante que estar en compañía de Dios.

Luego, se menciona, casi al pasar que de pronto ya no estuvo presente y no se lo vio más porque “desapareció” (Génesis 5:24). No está diciendo que murió, eso lo explica claramente Pablo en Hebreos cuando afirma categóricamente que “por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios” (Hebreos 11:5). Es por tanto, el primer ser humano en experimentar este milagro, que por mucho que especulemos, no lo podremos entender plenamente.

Lo único válido es que es posible acompañar a Dios, estar con él en todo momento, hacer de su presencia en nuestras vidas, lo más importante. Estar en la presencia de Dios no se trata de invocar a Dios, sino de tener un vínculo especial con la divinidad.

Del libro inédito Cada vida un universo
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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