“Cuando los eunucos le comunicaron la orden del rey, la reina se negó a ir. Esto contrarió mucho al rey, y se enfureció” (Ester 1:12)
Borrachos y abusadores han existido siempre y no estoy seguro, si alguna vez en esta tierra, gozaremos de la paz suficiente para verles desaparecer. El rey de Persia, siguiendo la costumbre de su tiempo, era un ebrio empedernido. Se ocupaba en fiestas y bacanales donde la orgía, el alcohol y el derroche era la tónica.
Vasti, la reina, seguramente, se convirtió en reina de la misma forma en que la mayoría lo hacía. Para sellar un trato comercial entre un país y otro, o porque fue codiciada por algún funcionario que la raptó a la fuerza y la llevó al rey como un tributo. Sea como fuera, la mayoría de las mujeres que llegaban al palacio lo hacían en contra de su voluntad. Sometidas, degradadas y convertidas en personas que no tenían poder sobre sus vidas y sus cuerpos eran convertidas en una más del harem del rey. Vasti no es la excepción.
Sin embargo, toda persona tiene un límite y Vasti tuvo el suyo. No sabemos cuántas humillaciones soportó, ni cuántas veces fue obligada a tener relaciones sexuales contra su voluntad, lo único que la Biblia señala, en concordancia de lo que le importaba al redactor del texto es que “era realmente hermosa” (Ester 1:13), y el rey quería exhibirla ante los dignatarios de otros lugares, hombres lascivos, pervertidos y alcoholizados. Seguramente, sería tratada como cualquier mujer de ese entonces, como una persona sin derechos ni posibilidades de negarse a esa humillación.
Pero, sucedió lo inaudito, lo que nadie se atrevía a hacer, dijo: ¡No! ¡Basta! Sabiendo que su negativa ponía en riesgo su vida y que tendría consecuencias graves, como la que tuvo. Pero tomó una decisión. De un momento a otro perdió su posición de privilegio, fue despreciada y nunca más se le permitió estar en la presencia del rey. No sabemos si fue confinada a algún lugar oscuro del harem o si fue encarcelada. El texto no lo dice.
Sea lo que haya sucedido con ella, la lección es que en algún momento las personas entienden que su dignidad personal está por sobre cualquier circunstancia. Aprender a decir no, hace toda la diferencia. Quienes permiten el atropello, nunca se libran de la humillación permanente.
Del libro inédito Cada vida un universo
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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