“Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz” (Hebreos 11:31)
En muchas ocasiones en conferencias o en clases suelo hacer la siguiente pregunta: ¿Quién fue Rahab?
La gente suele responder en voz baja temerosas de decir en voz alta lo que está en sus mentes, poco a poco se van animando y terminan diciendo:
“La ramera de Jericó”.
Les pregunto: ¿Están seguros?
Todos asienten convencidos de que han dado la respuesta correcta. A continuación, sabiendo que he captado su atención les digo:
“Ustedes están equivocados. No conocen toda la historia”.
La reacción siempre es de incredulidad y la gente comienza a negar con el rostro, porque toda su vida han escuchado el mismo mensaje. Luego cuando veo que están confundidos les digo: La próxima vez que les pregunten quién fue Rahab la respuesta correcta es decir, Rahab fue la bisabuela de Jesucristo.
Algunos me miran incrédulos, otros comienzan a asentir con la cabeza y no falta el que dice amén, como sacándose un peso de encima.
Lo vuelvo a repetir Rahab fue la bisabuela de Jesucristo. Una mujer cananea que se convirtió al judaísmo y no sólo eso, se casó con Salmón, un príncipe de Israel. Luego tuvo un hijo llamado Booz quien tuvo el mismo tipo de misericordia que su padre tuvo por su madre, y se enamoró de una mujer extranjera despreciada con la cual se casó y tuvo un nieto llamado Isaí, quien fue padre del más importante rey de Israel, David.
La tendencia humana es a quedarnos pegados en los errores ajenos, pero pocas veces nos damos el trabajo de ponernos en la perspectiva divina. Dios nunca piensa en Rahab como una prostituta, sino como la mujer que es parte de la ascendencia de Jesús. Una mujer valiente, decidida y que confío plenamente y por fe se entregó plenamente a una fe que no era la que conocía desde niña. Por esa razón, es una de las pocas mujeres que aparece en la galería de los héroes y heroínas de la fe de Hebreos 11.
Del libro inédito Cada vida un universo
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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