“Les recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa (diakonos) de la iglesia de Cencrea. Les pido que la reciban dignamente en el Señor, como conviene hacerlo entre hermanos en la fe; préstenle toda la ayuda que necesite, porque ella ha ayudado (prostatis) a muchas personas, entre las que me cuento yo” (Romanos 16:1-2)
Las distorsiones históricas son usadas a menudo para esconder o negar lo que es obvio, es lo que ocurre con Febe, mencionada por Pablo en Romanos 16. Febe, fue quien llevó la carta de Pablo a la iglesia de Roma. El apóstol al describirla usa dos palabras claves: “diakonos” y “prostátis”.
Es interesante que la primera palabra “diakonos”, cuando Pablo la usa para referirse a sí mismo o a otros como Timoteo, Epafras o Apolos, la mayoría de los traductores la traduce como “ministros” que están dedicados a la predicación. Sin embargo, es tendencioso que en este versículo, Febe, por ser mujer, es llamada “diaconisa”, disminuyendo con eso su función ministerial.
La idea de un diácono o diaconisa, como inferior al ministro, tal como se usa hoy, no existía en la mente de los cristianos de la iglesia primitiva. Recién en el siglo II se crea la tradición de la jerarquía eclesiástica con una iglesia gobernada por un obispo y secundada por presbíteros y diáconos. Sin embargo, ese fue un invento sin base en la práctica de los apóstoles.
Por lo tanto, cuando se llama a Febe “diaconisa” y con eso se le asigna una tarea social, es simplemente, minimizar su ministerio, intentando, hacer una diacronía al atribuirle a la “diaconisa”, tareas que sólo fueron minimizadas siglos más tarde.
El otro término es “prostatis” cuya traducción es “alguien que se pone al frente, alguien que preside”. Tanto en el Nuevo Testamento como en la literatura secular, dicho término se usa para alguien con autoridad y que preside la congregación (1ª Tesalonicenses 5:12; Romanos 12:8; 1ª Timoteo 5:17). Pero, por tratarse de Febe, una mujer, los traductores le quitan ese carácter.
Febe fue una ministra de la iglesia primitiva, que la historia haya querido silenciar su labor, es simplemente, por los prejuicios que se introdujeron después, no por ella que fue una mujer extraordinaria. Cualquier mujer puede aspirar a ser ministra si es llamada por Dios.
Del libro inédito Cada vida un universo
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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