Caleb demostró tener entereza moral en medio de una situación crítica, donde no sólo era minoría, sino que representaba la opción menos popular. A menudo, cuando eso ocurre, la mayoría cede ante la presión de la gente y termina haciendo lo que otros dicen, simplemente, por temor a la presión. Caleb no, siguió adelante con lo que había decidido sin importarle lo que pensaran sus coterráneos, que si hubieran podido matarlo, lo hacían.
Fue uno de los doce enviados en una misión de reconocimiento de la tierra prometida. Cuando volvieron después de 40 días, sus diez compañeros comenzaron a desanimar al pueblo lamentando tener que estar en ese lugar, porque se concentraron sólo en lo que no podían y olvidaron lo que Dios había hecho por ellos en el pasado.
Caleb y Josué fueron los únicos que se mantuvieron firmes en sostener que aún cuando habían situaciones adversas, Dios estaba con ellos y nada podría pasarles. Intentaron infructuosamente convencer a los demás de que debían comenzar la conquista. Lamentablemente, todo el pueblo se fue a favor de los diez que vendieron desánimo y malas noticias. Dios no permitió que ninguno de esa generación entrara a la tierra prometida y durante 40 años dieron círculos en el desierto hasta que todos los adultos que no quisieron entrar murieron, excepto Caleb y Josué con toda su familia.
Debe haber sido desalentador para Caleb tener que vagar por el desierto habiendo conocido lo que Dios les había prometido y habiendo visto con sus propios ojos la promesa.
Pero su fe no desmayó, 40 años después, es uno de los primeros en ofrecerse en la conquista. No tiene miedo y el mismo fervor que demostró antes lo tiene ahora frente a la tierra prometida. Se convierte en uno de los aliados de Josué y da el ejemplo de empuje para ir a la tierra prometida. Lamentablemente los vendedores de desánimo muchas veces tienen más fuerza que los que confían. Caleb es un ejemplo para hoy, que necesitamos más que nunca confiar.
Del libro inédito Cada vida un universo
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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