Según algunos estudios que se han realizado sobre matrimonios en Europa se muestra que los matrimonios contraídos antes de los 20 años de edad corren el riesgo de ser anulados en los cinco años posteriores a su registro. En parte, por la inexperiencia de los contrayentes, pero también porque muchos piensan que el divorcio no es más que un mero trámite que no se concibe en términos horrorosos como años anteriores.
El mismo estudio publicado en Inglaterra señala que las personas entre 25 y 29 años se divorcian dos veces más a menudo que otras personas de otra edad. Por otro lado, las personas invierten menos tiempo en buscar ayuda y procurar la reconciliación antes de presentarse ante un Tribunal para solicitar la anulación del vínculo.
Algunos psicólogos, a la luz de los estudios, están afirmando que la sociedad actual no está preparada para concebir relaciones largas en el matrimonio, especialmente cuando los contrayentes son muy jóvenes. Uno de los elementos que juega en contra es que las ambiciones laborales o personales, suelen tener primacía por sobre el matrimonio.
Según esta investigación uno de cada tres matrimonios se termina antes de los 15 años de relación, lo que ha cambiado notablemente la estadística de hace algunos años donde el divorcio se producía en uno de cinco matrimonios.
¿Qué hacer frente a esto? Una de las posibilidades es entender que a amar también se aprende. Dios nos dio la capacidad de amar, sin embargo, el ser humano debe aprender. Los afectos no se heredan ni se transmiten por vía genética, es necesario aprender en un contexto que sea sano afectivamente. Cuando esto no ocurre, entonces, las posibilidades de no tomar en serio algo tan importante son muchas.
El matrimonio fue ideado por Dios para que los seres humanos puedan vivir en compañía y gozar del privilegio de compartir el privilegio de formar una familia. Sin embargo, para que eso ocurra es preciso seguir algunas directrices fundamentales, de otro modo, no funciona.
Del libro inédito Lazos de amor
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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