Derechos sexuales



“Ella seguirá siendo su esposa y, mientras él viva, no podrá divorciarse de ella” (Deuteronomio 22:19)

Ya he mencionado la desazón que me produce Deuteronomio 22 a la luz del derecho, la justicia y el vivir bajo un modelo de principios y valores asentados en la comprensión de un Dios que lo mueve la equidad y no la arbitrariedad. Lamentablemente, en las lecturas sesgadas que hacemos de la Biblia, suponemos que todo lo que está allí es “sagrado”, cuando, como en este caso, lo que hay es ecos de una cultura patriarcal donde la mujer era considerada un poco más que un animal, y en algunos casos, de menos valor que una bestia.

En el año 1975 la OMS (Organización Mundial de la Salud), órgano perteneciente a la ONU creó la Declaración de los Derechos Sexuales y Reproductivos que entre otras cosas define a la salud sexual como “la aptitud para disfrutar de la actividad sexual libre de temores y sentimientos de vergüenza o culpabilidad, así como otros factores psicológicos que inhiban la actividad sexual”. ¿Cómo se sentiría la mujer de Deuteronomio 22 sabiendo que su esposo la desprecia y que ha querido deshacerse de ella mintiendo y que como eso ha ocurrido, su esposo ha sido castigado con una multa en dinero, que no se le entrega a ella, sino a sus padres y además, se lo castiga obligándolo a estar casado el resto de la vida con la mujer que desprecia. ¿Quién pensó en la mujer?

No se me ocurre más que vivir el resto de la vida sometida a un régimen de opresión, desprecio, maltrato psicológico, físico y sexual, simplemente, “porque la ley lo dice”, una legislación amparada en un concepto patriarcal donde la mujer no tenía nada que decir, porque en todo el relato de Deuteronomio 22 las mujeres NUNCA, por ninguna razón, son consultadas, si lo son sus padres y los varones, que deciden por ella sin que ella pueda elegir. ¿En qué cabeza puede caber la idea de que esta concepción macabra de las relaciones humanas puede ser de factura divina?

Dios es justo. Eso incluye entender que la sexualidad es un don de Dios que puede y debe ser vivido solo en un contexto de respeto, justicia y derecho, de otro modo, es simplemente, abuso. Lamentablemente, en el contexto patriarcal eso no se entiende.

Del libro inédito Ser mujer no es pecado
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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