“El hombre debe cumplir su deber conyugal con su esposa, e igualmente la mujer con su esposo” (1 Corintios 7:3)
Trato de imaginar cuántas mujeres sufrieron a causa de este versículo “inspirado”, que no es más que la opinión patriarcal de un hombre, bien intencionado como Pablo, pero mal enfocado. En la cultura del análisis de la Biblia no nos atrevemos a criticar a los autores de la Escritura, porque en una mala comprensión de la inspiración suponemos que “Dios les dictó lo que habían de escribir”, lo que no es cierto.
Lo real es que en algunas cosas Pablo fue un adelantado a su época y logró traspasar los mitos culturales de la época dándole a la mujer el lugar que siempre le correspondió en la creación en términos de equidad y paridad. Sin embargo, en otras cosas, siguió con los constructos sociales de la época. No es anormal que así sea, al fin de cuentas, no abandonó totalmente los conceptos culturales de su momento, no podría, cada escritor refleja en sus escritos su vida, de un modo u otro. Por eso que algunos dicen que todo escrito es de alguna forma una autobiografía.
La sexualidad no es “deber”, es placer, y para que lo sea, hay que quitarle la noción de obligatoriedad y convertirla en una relación de consenso, como siempre debió ser.
Cuando no es consentido, entonces, tal como hemos dicho, se produce una “violación consentida” porque muchas mujeres acceden a mantener relaciones sexuales “sin un nivel de implicación, ganas, deseo, líbido o apetito sexual”, entender este punto es clave para comprender que la vida sexual vivida como obligación en el fondo es “auto-micro-violencia sexual producida, básicamente, a consecuencia de la construcción de la identidad de género y sexual de las mujeres inmersas en una sociedad patriarcal” (Cuenca, 2015:58).
Cuando no hay deseo ni voluntad, la relación sexual produce lo contrario al placer, y se vive de una forma violenta, donde el hombre toma “posesión” de un cuerpo, tal como ocurre en un acto de violación. Suena duro decirlo así, pero no hay una forma fácil de expresarlo, cuando no hay consentimiento hay violación, así de simple, por mucho que a Pablo se le haya ocurrido absurdamente que era un “deber”.
Del libro inédito Ser mujer no es pecado
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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