Mía o de nadie


“Lamec dijo a sus mujeres Ada y Zila: «¡Escuchen bien, mujeres de Lamec!” (Génesis 4:23)

El 24 de abril del 2018 era un día habitual en la vida de Eyvi Agreda, una joven estudiante de 22 años de Miraflores, distrito de clase media alta en Lima, Perú. La joven iba, como era su costumbre, en un autobús. De pronto sintió que un hombre desde atrás le tiraba gasolina mientras le decía:

—Serás mía o no serás de nadie.

Acto seguido le prendió fuego. Eyvi, con su cuerpo casi totalmente quemado fue trasladada a un hospital donde padeció durante 40 días y finalmente murió.

El atacante, que no merece ser nombrado, intentando justificar lo injustificable señaló con la mayor naturalidad del mundo que su intención era darle un escarmiento y quería solo quemarle el rostro, para que ella nunca más fuera “apetecible” para otra persona.

Es una tragedia, sin embargo, lo más dramático es que muchos varones piensan de manera similar.

La Biblia registra al primer polígamo, Lamec, que comenzó a tratar a sus esposas como su propiedad personal. El “mis” mujeres, adquirió tintes de propiedad, tal como ocurre en la mente de millones de hombres que consideran que tienen derechos inalienables sobre las mujeres que los han elegido como compañeros y no como amos.

Lamec seguramente no sabía o no entendía el daño que le estaba haciendo a la humanidad al introducir el concepto de propiedad aplicado a un ser humano.

La compañera no “mía” es una persona libre, que ha elegido voluntariamente ser parte de mi vida, pero de una forma pactada, no violentada por una cosificación de su ser como individuo.

Muchos aún no entienden que la esclavitud acabó hace mucho y que el tratar a otra persona como si fuera de nuestra propiedad va en contra del diseño que Dios estableció para la relación de un varón y mujer. Paridad, basada en la equidad, no una relación de amo y súbdita.

Del libro inédito Ser mujer no es pecado
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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