“Dios el Señor hizo ropa de pieles para el hombre y su mujer” (Génesis 3:21pp)
La primera muerte después del Edén no fue efectuada por el ser humano sino por el mismo Dios y la víctima fue un ser totalmente inocente. El varón y la mujer se sentían descubiertos delante de Dios y de alguna manera la inocencia inicial había dado paso a la vergüenza y al sentido de que había algo que no estaba bien y necesitaba ser enfrentado.
Dios buscó un animal, preparó la piel y les dio vestidos hechos con la piel de una víctima inocente. Al hacerlo entregó una lección que hasta el día de hoy sigue perdurando, Dios pretende salir en nuestra ayuda, porque pese a nuestros pequeños esfuerzos por solucionar las cosas él tiene la fórmula para ayudarnos. Las pieles son un símbolo de redención, Él mismo Dios está dispuesto a cubrirnos de su gracia. La primera pareja no tuvo que hacer nada. No eran merecedores de la bondad divina, pero recibieron un obsequio. Ese mensaje no ha variado con los siglos, sigue estando vigente, por mucho que las religiones se hayan confabulado para ocultar esa buenanueva extraordinaria.
La misma idea es válida para hoy. Dios desea cubrirnos con su gracia. El ser humano no la merece, pero tampoco puede hacer nada para cambiar la situación, lo único que puede hacer es recibir la gracia que Dios está dispuesto a entregarle.
La primera pareja bien podría haberse negado a recibir las ropas de pieles que Dios les ofrecía. Dios no los hubiera forzado, era su decisión elegir cubrirse por sí mismos o recibir el don ofrecido por Dios.
Es interesante que en este punto en ningún momento Dios pretende hacer diferencia entre el varón y la mujer. No hay mayor culpa de uno o de otro. Tampoco los acusa de manera diferenciada. A ambos les ofrece la misma solución, es su prerrogativa entregarles las ropas de pieles que cubren su vergüenza. Dios no hace acepción de personas, eso significa que no tiene hijos predilectos, todos los seres humanos son especiales para él.
Las ropas los cubren a ambos, varón y mujer, y de esa forma reciben la gracia redentora que Dios ofrece sin categorías de género ni discriminación de ningún tipo.
Del libro inédito Ser mujer no es pecado
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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