Camino de Emaús



“Aquel mismo día dos de ellos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén” (Lucas 24:13)

El camino de Emaús es el sendero de la tristeza, de la amargura, de la desilusión. Dos hombres caminan de regreso a lo que llamaban hogar, pero han perdido el norte. Habían planeado su vida entera. Tenían la expectativa de ser participantes de un proyecto inmenso con un Maestro que sería capaz de todo y ahora, esa ilusión les ha sido arrebatada y no les queda más que la amargura de ver cómo su vida se destroza y todo lo planeado se cae a pedazos. El camino de Emaús no fue querido ni soñado, simplemente, ocurrió.

Si alguno de ellos hubiera sabido que su amargura y tristeza estaba demás, y que en realidad estaban ausentes de lo que realmente estaba ocurriendo, probablemente, no estarían en esas condiciones, sino acompañando a los otros discípulos que en ese momento se debatían entre la duda y la perplejidad.

Cuando los dos jóvenes que iban camino a Emaús habían abandonado su pueblo lo habían hecho con la seguridad de haber encontrado algo muy distinto a lo que conocían hasta ese momento. “Habían descubierto toda una nueva realidad oculta tras el velo de sus actividades cotidianas; una realidad en la que el perdón, la reconciliación y el amor ya no eran meras palabras, sino fuerzas que tocaban el centro mismo de su humanidad” (Nouwen, 1996: 23-24). Todo eso les había sido arrebatado de un momento a otro. Lo último que esperaban es que Jesús fuera llevado al cadalso.

Lo importante de esta historia no es la tristeza ni la amargura de ver que los sueños se vienen abajo, sino la actitud de Dios cuando eso ocurre. Jesús apareció a su lado para guiarlos y darles ánimo, y para mostrarles la realidad que no estaban viendo. Como siempre ocurre, los humanos nos concentramos en los hechos puntuales y en esa visión parcial, carecemos de la perspectiva de conjunto. Por mirar el árbol no vemos el bosque.

Dios, nunca nos abandona. Es un engaño sutil y cruel hacer creer a las personas que Dios destroza nuestros anhelos y nos deja en la estacada. Muchas veces hemos sido acompañados en nuestro propio camino de Emaús, sin darnos cuenta hemos dialogado con Jesús mismo, que se ha tomado la molestia de venir a nuestro lado para mostrarnos aquello que en nuestro dolor no estábamos viendo, porque la tristeza ciega, pero al amor devela.

Del libro inédito Superando obstáculos
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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