“Porque les enseñaba como quien tenía autoridad, y no como los maestros de la ley” (Mateo 7:29)
Los “maestros de la ley” de tiempos de Cristo estaban autorizados para enseñar pero carecían de autoridad moral para hacerlo, a diferencia de Jesús, que no estaba autorizado pero tenía toda la autoridad para hacerlo. La diferencia parece sutil pero no lo es, definitivamente, es un contraste radical. La autoridad de Cristo no estaba avalada por la escuela que lo había formado ni la zona de la cual provenía, sino de su vida. Su existencia toda era su aval moral sobre el que enseñaba. Algo que no podían hacer sus enemigos, maestros de la ley, pero que estaban muy alejados de lo que enseñaban.
La tragedia del cristianismo a través de toda su historia ha tenido un sólo componente: La incoherencia entre el mensaje hablado y el vivido. La razón por la cual miles de personas rechazan el cristianismo es simplemente, porque algunos hablando a nombre de Cristo en su vida práctica se comportan totalmente diferente a lo que dicen ser en el ámbito teórico.
En estos días me pregunto continuamente si los tantos que se llaman cristianos en las redes sociales de verdad conocen al Cristo que dicen seguir. Tienen tal animosidad, odiosidad, mala actitud, y son tan violentos en sus palabras y gestos, que pareciera que fueran hijos del demonio y no del Dios de los cielos que representa la misericordia y el amor.
Jesús se ha convertido en la excusa para agredir, maltratar, excluir y motejar. ¿Se identificaría Cristo con las palabras que muchos de sus seguidores utilizan para referirse a otros?
Un individuo de origen dominicano que suele publicar mucho en las redes, homofóbico, sexista, misógino, se cree a sí mismo el paladín de la justicia de Dios y como tal utiliza los peores epítetos para expresarse. Hace un tiempo con una amiga nos preguntábamos si no sería una persona con un problema psiquiátrico. Lo más sorprendente es que cuando se mira su perfil social se lo ve en la obra misionera activa, distribuyendo literatura y predicando. Es como diría Jesús: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros” (Mateo 23:15). La mayor necesidad del mundo cristiano es coherencia entre el mensaje hablado y el vivido, elocuencia como decía Agustín de Hipona.
Del libro inédito Superando obstáculos
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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