Demasiado importante



“Todos se llenaron de temor y alababan a Dios. —Ha surgido entre nosotros un gran profeta —decían—. Dios ha venido en ayuda de su pueblo” (Lucas 7:16)

Ser considerado “profeta” no es cosa de poca monta y no darle el énfasis que corresponde y tomarlo en serio es una irresponsabilidad. El cristianismo es una religión profética porque tuvo en Cristo al máximo portavoz que ha tenido la humanidad de parte de Dios (Hebreos 1:1).

“El profeta es una persona llamada y enviada para traducir a los destinatarios la palabra que él ha recibido” (González, 1976: 13). Es decir, el profeta no habla por sí mismo es un mensajero. Por eso Jesús decía “hablo conforme a lo que el Padre me ha enseñado” (Juan 8:28) y agrega “las palabras que yo les comunico, no las hablo como cosa mía” (Juan 14:10). Por esa razón sus contemporáneos estaban tan alarmados. No estaban delante de una persona común y corriente, sino delante de uno que se hacía llamar Dios, uno con el Padre, un individuo que se consideraba a sí mismo una persona no humana, y ser humano al mismo tiempo.

Si hoy día nos topamos con una persona que dijera lo mismo seguramente lo quedamos mirando como si estuviera loco, porque suena como una locura, por eso mismo no es extraño que tanta gente, especialmente del ámbito religioso estuviera tan alarmado con sus palabras. No sonaban bien, eran extrañas, especialmente en el contexto de una sociedad llena de prejuicios y estereotipos, y de un montón de ignorancia acumulada por siglos de oscurantismo propiciado por dirigentes espirituales y religiosos que consideraban que el pueblo podía ser manejado mejor si eran ignorantes o mantenían los conceptos propios de quien ignoraba.

De pronto, en ese ambiente, Jesús aparece diciendo vengo a hablar en nombre de Dios. O, en sus palabras: “A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer” (Juan 1:18). Tal vez, no deberíamos juzgar tan duramente a los contemporáneos de Jesús, en su caso, probablemente, habríamos hecho lo mismo.

Jesús demostró que estaba más allá de los prejuicios de la época. Todo momento histórico tiene su propio profeta, lamentablemente, los judíos no lograron entender que estaban ante el más grande de todos los tiempos.


Del libro inédito Superando obstáculos
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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