“Os lo he dicho ya, y os lo repito: Cualquiera que os anuncie un evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema” (Gálatas 1:9)
Pablo no —en ocasiones— no suele ser un escritor ponderado. De hecho, creo que carga las tintas de una manera que puede ser impropia. En este versículo por ejemplo, donde acusa de “anatema” o “condenado por Dios” a cualquier que enseñe algo diferente de lo que él enseña. ¿Escribiría de la misma manera si entendiera que sus palabras serían consideradas varios siglos después, Palabra de Dios, equivalente al Antiguo Testamento? No estoy seguro, porque en el momento en que redactó sus cartas, eran sólo eso, cartas que enviaba a las iglesias o a individuos expresando sus preocupaciones personales y desde su perspectiva particular. Que la tradición luego las considerase “inspiradas” es otra historia.
A través de toda la historia del cristianismo ha sido un problema tratar con las personas que opinan diferente. Este mismo texto se ha usado en mi contra más de alguna vez por personas que dicen defender la “ortodoxia” y se oponen a lo que ellos, en su subjetividad, consideran correcto.
La expresión herejía, originalmente tenía un sentido positivo, viene de la palabra griega haíresis que significa simplemente, elección. En el mundo greco-latino se lo aplicaba a una escuela filosófica distinta, sin la carga negativa que adquirió luego con el cristianismo.
En el mundo judaico se le dio la misma connotación para referirse a los fariseos y saduceos (Hechos 5:17; 15:5; 26:5) y era el término con el que los judíos inicialmente designan a los cristianos (Hechos 24:5; 28:22), y que en algunas versiones se traduce como “secta”, sin hacer honor al sentido original de la expresión.
Es Pablo, precisamente el defensor de la libertad, el que comienza en sus cartas a darle un sentido negativo y de condena a quien piense diferente, lo que constituye un énfasis desmedido y un error de apreciación. Probablemente, el rabino que habitaba en el apóstol le juega una mala pasada y lo vuelve al celo de antaño cuando asesinaba cristianos que pensaban diferente al judaísmo. Es lamentable, porque cuando se entiende el impacto de las palabras, se modera.
Nunca debería ser condenado alguien por pensar distinto. Eso va contra el más primario derecho que Dios concedió al ser humano, que es el de pensar libremente, sin ataduras de ningún tipo.
Del libro inédito Superando obstáculos
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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