El desconcierto



“Maestro, te seguiré a donde quiera que vayas” (Mateo 8:19)

Cuando viene alguien a decirle con toda honestidad que está dispuesto a seguirlo a dónde sea la respuesta de Jesús es desconcertante: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero este Hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Mateo 8:20). En otras palabras, ten cuidado con lo que pides. Estás siguiendo a alguien que no está atado con nada ni con nadie.

Jesús llevó la vida “de un fugitivo sin patria, sin familia y sin casa, sin todo lo que puede hacer confortable la vida” (Castillo, 1986: 49). Cualquiera vivía mejor que él, con lo que le está diciendo a su posible seguidor, si me sigues, tienes que asumir el mismo destino, y correr el mismo riesgo. No atarte a nada ni a nadie.

Lo más desconcertante del cristianismo actual es que nadie sigue las palabras de Jesús, o la mayoría, porque aún hay gente radical que está dispuesta, pero en el enjambre cristiano mundial aparecen como “raros”, individuos fuera del “sistema”.

Si alguien se atreve a plantearse en los términos de Cristo es mirado con sospecha porque lo que se estila es pertenecer a algo: Una denominación, una congregación, un grupo... incluso, la identidad de muchas personas no pasa por la figura de Cristo, sino por la identificación con un sistema organizacional, como si Jesús lo hubiese formado, lo que no sólo es falso, sino que es un autoengaño atroz.

Esto lleva a una situación anómala a lo que Frank Viola llama “la cobertura protectora” que ha generado un grave error que sostiene que “los Cristianos están protegidos del error doctrinal y del fracaso moral cuando se someten a la autoridad de otro creyente u organización” (Viola, 1998:6). Pero, lo que muestra el Nuevo Testamento es exactamente lo contrario. La libertad de Cristo contrasta con el control de las denominaciones religiosas. De hecho, tal como Viola sostiene: “la iglesia institucional moderna está construida” en base al control (Ibid., 7).

Lo que estaba en la mente de Cristo era el sacerdocio universal de todos los creyentes y la dependencia individual a Dios. Lo que está en el criterio de la “iglesia” contemporánea es el control de una persona o un grupo de ellas de todos los demás creyentes, quienes tienen que someterse al arbitrio y dominio de un grupo de humanos, y no de Dios directamente.

Del libro inédito Superando obstáculos
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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