“Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes” (Mateo 2:1)
Jesús nació en un tiempo difícil, que probablemente, no alcanzamos a dimensionar en la actualidad. El reinado del rey Herodes, de origen, asmoneo, “estuvo marcado por tres características: la obsesión por eliminar a todos sus opositores, la fiebre constructora y el descontento del pueblo. Llegó a matar, entre otros muchos, a su propia mujer (Mariamme) y a varios de sus hijos porque creía que amenazaban su continuidad real” (Aguirre, 2009: 38).
No era un tiempo de derecho, justicia y democracia. La disensión se pagaba con vida. La muerte era lo más común para quienes se apartaran un poco de lo convencional, en todo sentido, incluyendo el religioso. Lo que Cristo hizo, entonces, está en el rango de la osadía y el desconocer la autoridad imperante, porque tal como su primo Juan el Bautista perdió la vida a manos de uno de los hijos de Herodes, Herodes Antipas, Jesús sabía muy bien el riesgo que corría al exponer lo que planteaba.
Había una oligarquía que controlaba el sanedrín y los magistrados, muchos de ellos paganos, pero que servían a los intereses del rey. El ambiente social estaba enraizado por intrigas, complots, y escaramuzas por amor al poder.
Herodes reconstruyó el templo de Jerusalén dándole un esplendor que nunca había tenido, fuera de toda lógica, porque Dios nunca buscó tener un templo majestuoso o lleno de riqueza. Eso era la antípoda de lo que la divinidad planteaba con el simple ejercicio del sacrificio del cordero.
Herodes “no era judío, castigaba las protestas del pueblo de modo brutal, aumentó los impuestos y nombró sumos sacerdotes no queridos por el pueblo. Sus servicios secretos y la rápida respuesta militar evitaron su caída del poder durante mucho tiempo” (Ibid, 38). No era casual que dos corruptos como Anás y Caifás estuvieran en el sacerdocio principal en ese momento.
¿Qué ha pasado con ese Jesús osado? Ha sido reducido en la mente de muchos cristianos en un dios burgués, amigo del poder y no de los necesitados; buscador de favores políticos y no de enfrentarse a la autoridad por las injusticias; se ha convertido en un débil que no es capaz de levantar la voz porque se lo ha convertido en un Jesús “políticamente correcto”, en otras palabras, el cristianismo contemporáneo ha creado una caricatura que no convence, ni siquiera, a muchos cristianos.
Del libro inédito Superando obstáculos
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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