“Los hombres justos piensan en la justicia; los malvados, solo en el engaño” (Proverbios 12:5).
A veces las películas tienen éxito pese a la pobre puesta en escena, en parte por la fuerza de los protagonistas y también porque el argumento resulta ser más trascendente que la insípida forma de presentarlo que tiene un director al estilo de hollywood, que en muchos casos, se concentra en lo efímero y deja a un lado lo realmente importante. Un poco, metáfora de lo que ocurre en la vida de muchas personas.
En este caso un joven revolucionario perteneciente al grupo terrorista del IRA, que tantas muertes y terror ha causado en Irlanda e Inglaterra, va a EE.UU. para conseguir armas. En ese cometido se hospeda en la casa de un policía irlandés tranquilo y bonachón que no sospecha en absoluto de quién tiene alojado en su casa.
Sin embargo, por muchas razones y por pequeños indicios la trama termina por desencadenarse y todo queda en evidencia con la consiguiente secuela de traiciones, violencia y tensiones propias de una situación así.
Una de las cosas que impacta en el mundo en que vivimos es la gran cantidad de jóvenes involucrados en actividades delictivas en grupos revolucionarios de diversas partes de la tierra. En muchos casos son manipulados por adultos que los utilizan como carne de cañón para sus idealismos y peleas. En otros casos los jóvenes llegan a la conclusión de que no hay otra salida que participar en actos violentos.
La verdad es que nunca la violencia es una salida. Es una forma muy sutil de autoengaño. Es la manera más diabólica de “resolver” los conflictos. En muchos sentidos, la violencia nunca resuelve nada, al contrario, genera una espiral de dolor y sangre que no se acaba.
No acabes tus disputas a golpes, en realidad, así nunca las acabarás.
“La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano” (Friedrich Nietzsche).
Del libro inédito Historias de cine
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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