“Dios no es como los mortales: no miente ni cambia de opinión. Cuando él dice una cosa, la realiza. Cuando hace una promesa, la cumple”. Números 23:19
A veces se transmiten ideas que de tanto repetirse suenan a verdades, pero no son más que mentiras disfrazadas. Una de ellas tiene que ver con el carácter de Dios. Algunas personas dicen: “Dios ya no te ama por lo que has hecho”, otros afirman, “Dios detesta a los pecadores”. Estas frases y otras parecidas, lo único que señalan es una distorsión de Dios.
El texto que encabeza esta reflexión señala que Dios no cambia, es el mismo siempre. La Biblia dice que “Dios es amor”, en otras palabras, la esencia de su carácter es amar. No cambia, aunque nosotros sí lo hagamos.
Dios nunca, por ninguna razón, deja de amar al pecador. Intenta, de todos los modos posibles, acercarse a quién está lejos de su presencia, no para castigarlo, ni para obligarlo a creer, sino para atraerlo hacia sí con su amor.
El único medio que Dios utiliza para acercarse a los seres humanos es la persuasión. En todo instante procura que mantengamos a la vista su máxima prueba de amor: La muerte y resurrección de Jesús. Cristo vino a encarnarse, como sacrificio, para mostrar el inmenso amor de Dios hacia la raza humana. Si nosotros hubiésemos sido hormigas, Cristo se habría convertido en hormiga para venir a mostrarnos el inmenso amor de Dios.
Cuando escuches nuevamente que Dios ha dejado de amarte porque te has equivocado, no lo creas, es una mentira sutil, dicha en diferentes tonos y que ha nacido en la mente del enemigo de Dios que pretende alejarnos del amor divino.
Cuando alguien te venga con la idea de que Dios odia al pecador, simplemente, no lo creas. ¿Cómo podría un Dios de amor también odiar? Dios se entristece por sus hijos que están lejos, pero nunca, por ninguna razón, deja de amar al pecador que tan angustiosamente necesita su amor.
Del libro inédito ¡Atrévete a creer!
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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