“¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré!” Isaías 49:15
Jonathan fue abandonado por su propia madre en una concurrida calle. Estaba envuelto en pañales y dentro de una caja de cartón. La gente se dio cuenta que allí había un niño sólo cuando lo escucharon llorar. La policía no logró dar con la madre así que fue derivado a un orfanato. Allí se crió, sin saber nunca quién fue su madre ni por qué razón lo había abandonado.
A veces soñaba que ella llegaba en un carro elegante a buscarlo para sacarlo de ese lugar. En el orfanato le daban alimentación y abrigo, sin embargo, sentía que no tenía cariño. Cuando creció se dio cuenta que las personas que allí trabajaban no tenían el tiempo suficiente para atender a tantos niños, así que a los que eran tranquilos como él, generalmente los dejaban a un lado, no porque fueran malos, sino porque se dedicaba a atender a quienes parecían estar más necesitados.
Creció, fue a una universidad cristiana a estudiar, pero siempre llevó ese vacío en su vida de no saber quién fue su madre y de sentirse despreciado por la persona que supuestamente más debería haberlo amado en el mundo.
Como el caso de Jonathan hay miles de jóvenes y señoritas que han sido abandonados por sus padres. Sin embargo, el texto de Isaías nos recuerda que aún cuando la madre nos abandona, Dios nunca nos olvidará.
¿Sabes lo que significa que Dios no nos olvida? Simplemente, que en la mente de Dios tú y yo estamos de manera permanente. Todo lo que ocurre en nuestra vida a Dios le interesa. Él tiene contados nuestros cabellos, ¿cómo no le va a interesar nuestros dolores y tristezas? El ríe con nuestra alegría y sufre con nuestras tristezas. Nos abraza cuando pareciera que todo el mundo nos da la espalda. Dios, el que nos ama siempre, nunca, por ninguna razón, nos olvida.
Del libro inédito ¡Atrévete a creer!
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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