“—Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” (Juan 8:7).
No se sabe con total certeza quién escribió el relato de Juan 8, mal llamado de “la mujer adúltera”. Fue incluido en el libro de Juan de manera posterior, todas las evidencias hacen pensar que no fue Juan el que lo escribió sino alguien cercano al apóstol que conocía bien su pensamiento y estilo de escritura. Sin embargo, es una de las piezas más conocidas del cristianismo, aún cuando está sólo en este evangelio y no hay ninguna fuente extra bíblica que de cuenta de la historicidad de la historia. No obstante, retrata a Jesús completamente y en toda la magnitud de su misericordia y amor.
El centro de la historia no es la mujer, aunque pareciera serlo. La mayor parte del relato se concentra en Jesús por una parte y su pregunta incisiva y los espectadores/acusadores que han venido con el propósito de poner una trampa a Jesús.
Apelan a la ley de Moisés y a la ley del Talión, ojo por ojo. Si Jesús se atiene a la letra del mandato de Moisés, no hay mucho que hacer, a lo más podría haber intentado una defensa por algunos elementos faltantes en la acusación como el marido que debía estar o los tres testigos que la ley demandaba. Pero Jesús opta por la esencia de la situación: Quién acusa debe estar libre de aquello que acusa como para ser creíble.
Cuando les dice “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”, los está poniendo de cara a cara con su propia condición. Jesús anota en el suelo, algunos autores señalan que escribe en la arena los pecados de los acusadores. ¿Qué pecados crees que Jesús anotaría de ti? ¿Por qué el tirar piedras al pecador simplemente nos acusa?
Lo maravilloso de la historia es que Jesús saltándose todas las normas de tu tiempo, que condenaba exclusivamente a las mujeres por adulterio y no a los varones que podían ser promiscuos, involucrarse con prostitutas y tener concubinas y más de una esposa, y eso no se consideraba adulterio en el varón, sino derecho, pone el acento donde debe ser: Sólo el que está libre de pecado está en condiciones de señalar a quien lo está, y en ese caso, ¿quién podría acusar?
“Si no tuviésemos defectos encontraríamos menos placer en señalar los del prójimo” (François de La Rochefoucauld).
Del libro inédito Reflexiones al amanecer
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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