Por los panes y los peces



—Ciertamente les aseguro que ustedes me buscan, no porque han visto señales sino porque comieron pan hasta llenarse. Trabajen, pero no por la comida que es perecedera, sino por la que permanece para vida eterna” (Juan 6:26 -27).

Me preocupa cuando algunas personas bien intencionadas pero mal enfocadas transforman a la religión en una cuestión de “pedir” y “recibir”, quitándole el componente fundamental que es buscar exprésamente una relación personal íntima e individual con la divinidad.

Jesús había hablado en muchas ocasiones a esa gente, sin embargo, cuando hizo el milagro de los panes y los peces, algo en sus mentes se movilizó, enseguida pensaron en los beneficios que obtendrían si se unían a ese predicador itinerante que podía hacer semejante portento. No estaban pensando ni en el mensaje ni en la transformación de sus vidas, sino en los beneficios que podrían obtener. En otras palabras, en el negocio que suponía seguir al “obrador de milagros”.

Esa actitud no ha cambiado nunca. No creo correcto enfatizar el aspecto de recibir, sin entender que la religión es fundamentalmente una relación de intimidad con Dios. Es cierto, hay buenos resultados en muchos aspectos, pero buscar a Dios sólo por los posibles buenos resultados, no nos diferencia mucho de esa multitud que siguió a Jesús simplemente porque “comieron pan hasta llenarse”. De un modo u otro no entendieron el mensaje de Jesús, tal como en la actualidad los que proponen la teología de la prosperidad, un engendro de ideas foráneas a la Biblia que lo único que logra es, como siempre sucede, el enriquecimiento de algunos sinvergüenzas en aras de la religión y la ingenuidad de sus seguidores.

Trabajar por la comida que no perece, consiste en concentrarse en lo importante, que aunque parezca paradojal, no es la satisfacción de nuestras necesidades más perentorias, sino relacionarnos con Dios de tal forma que podamos ser bendecidos con el mayor don que Dios quiere entregarnos, el sentido de pertenencia y la convicción de que nuestra vida avanza hacia la eternidad, todo lo demás es secundario. Lo que prima en la mente de Dios es algo muy diferente.

Si hacemos el bien por interés, seremos astutos, pero nunca buenos” ((Marco Tulio Cicerón).

Del libro inédito Reflexiones al amanecer
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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