“Tanto la bendeciré, que será madre de naciones, y de ella surgirán reyes de pueblos” (Génesis 17:16)
No puedo evitarlo, Agustín de Hipona me molesta. Todos los seres humanos tienen derecho a tener opinión, sin embargo hay ideas que causan mucho daño, especialmente si se tiene la influencia que este Padre de la Iglesia ha tenido por siglos, y todavía sigue teniendo. Sus opiniones siguen afectando porque sus ideas están en la base de muchas conductas sexistas, misóginas y discriminadoras de la mujer. En uno de sus libros dice:
“Por el buen orden de la familia humana, unos han de ser gobernados por otros más sabios que ellos; por ende, la mujer, más débil en cuanto a vigor de alma y fuerza corporal, está sujeta por naturaleza al hombre, en quien la razón predomina. El padre tiene que ser más amado que la madre y merece mayor respeto porque su participación en la concepción es activa y la de la madre simplemente pasiva y material”. La psicología, la sociología, la antropología y otras ciencias afines se han encargado de tirar por tierra estas ideas absurdas que no tienen ningún valor real, más que prejuicios y estereotipos sin vinculación con hechos objetivos.
Existen muchos varones dominados por la emoción y con poca o nula capacidad de reflexión, igual que muchas mujeres, no tiene nada que ver con el género.
Esa idea de honrar más al varón como padre por tener una función activa y la mujer una pasiva, no sólo es una estupidez, sino que además desconoce la esencia de la maternidad y la paternidad.
Ideas absurdas, no obstante, generan conductas nocivas para inocentes que se ven afectados por estereotipos que resultan ser peligrosos para la convivencia y también para la salud mental de las personas.
Una religión sana libera, restaura, corrige lo erróneo, ayuda a las personas a tener una imagen de sí mismas positiva y plena de certezas, libre de culpas sin sentido o cargas que no tienen nada que ver con el ideal de Dios.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado
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