“—Podemos comer del fruto de todos los árboles —respondió la mujer—” (Génesis 3:2)
¿Estaba en lo correcto la mujer cuando contestó de esa manera a la serpiente? Aunque parezca extraño, durante la historia de la interpretación de este texto ha habido mucha disputa entre los teólogos para definir exactamente qué es lo que debería haber contestado.
Algunos, culpabilizando a la primera mujer, y en ella, a todas las mujeres, han sostenido que el problema fue que la mujer dialogó con la serpiente. La cuestión es ¿por qué no habría de hacerlo? ¿En qué parte de la Biblia se sostiene que le fue impedido conversar con los animales?
Otros, con un sexismo evidente, culpabilizan a la mujer de infantil, al no haberse dado cuenta que en realidad dialogaba con Satanás y no con una serpiente, como si hubiera sido tan fácil, y como si los varones tuvieran la sagacidad de darse cuenta a buenas y primeras. Una vez más, lo sexista prima por sobre la lógica.
Eva no contestó de manera errada. Simplemente respondió lo que era correcto. Dios nunca los coaccionó o los disuadió a no comer de ese árbol ni de ningún otro. Por justicia debían ser libres para elegir. Es cierto, tendrían que haber confiado plenamente, pero no lo hicieron, pero, tal vez, porque no tenían todas las herramientas para hacerlo. El concepto “muerte” era teórico, no tenían la más mínima experiencia de qué significaba porque nunca habían visto nada muerto, a diferencia de nosotros, que convivimos a cada instante con la muerte.
Todo era novedad, también el dialogar con una serpiente lo era. Algunos contemporáneos creyéndose moralmente superiores se atreven a indicarle a la mujer qué pasos debería haber dado como si ellos, en iguales circunstancias, lo hubieran hecho mejor.
Lo cierto es que en justicia Dios no podía hacer otra cosa que permitir que tomaran sus propias decisiones. Culpabilizar en Eva a todas las mujeres por ese hecho, no sólo es injusto, sino que además, es irracional, corresponde a un pensamiento infantil y si se lo sazona con sexismo, resulta una idea terrible y monstruosa.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado
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