“Pero la serpiente le dijo a la mujer: —¡No es cierto, no van a morir!” (Génesis 3:4)
Las verdades a medias son engañosas, en primer lugar, porque suenan convincentes, pero porque son dichas de tal forma que enmascaran la verdad y si no se está atento es posible caer en una trampa.
Satanás tenía razón “no morirían”, lo que no agregó fue “enseguida”. La muerte vendría lentamente, así como una fogata que va perdiendo poco a poco su fuerza y termina siendo sólo un pequeño resto de cenizas. La primera pareja no vio la muerte enseguida, y es probable que durante un tiempo ni siquiera tuvieron conciencia de qué era la ausencia de vida. Sin embargo, en algún momento se dieron cuenta que las hojas de los árboles caían, que algunos insectos dejaban de volar y que uno que otro animal de pronto se encontraba frente a la situación de verse enfrentado a ese enigma que es la muerte.
Tuvieron plena conciencia de qué era la muerte cuando vieron con horror que uno de sus hijos asesinaba a su hermano. En ese momento por fin comprendieron qué significaba morir.
Las medias verdades dichas en todos los tonos, siempre, sin lugar a dudas, son mentira. Aunque el engaño no sea evidente en un primer momento, a la larga, la mentira sale a relucir y esa media verdad queda en lo que es, un engaño bien tramado.
En algún momento se comenzó a idear una forma de someter a la mujer. En un instante de locura, la humanidad comenzó a fragmentarse en “superiores” e “inferiores”. Poco a poco se fueron tramando medias verdades que pudieran construir un discurso engañoso.
Cuando era niño escuché a un siervo de Dios decir:
—Si la mujer también es imagen de Dios, pero...
Y en ese “pero” introdujo medias verdades que me llevó una década desentrañar y darme cuenta el horror que escondían. No se puede ser imagen de Dios “pero”, no hay ningún pero. Se es o no es es. La mujer es imagen de Dios sin peros. Lo es porque Dios lo quiso y punto.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado
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