Conversaciones obscenas


“Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan” (Efesios 4:29).

Dialogar es una tarea de al menos dos personas. No se trata de imposición, de violentar la voluntad y la conciencia ajena, ni siquiera de imponer una idea. El diálogo es una conversación honesta donde al menos dos partes buscan la manera de ponerse de acuerdo o básicamente escucharse mutuamente. Cuando eso no ocurre, entonces, no hay diálogo posible.

Para que las personas puedan ponerse de acuerdo es preciso hablar. Son los animales los que gruñen o ladran cuando pretenden solucionar algo. Un humano que se precie como tal buscará siempre dialogar, sin imponer ni tratar de forzar la voluntad de otro.

En medio de tantas disputas que separan a los seres humanos nos hace falta dialogar sin denostar, hablar sin maltratar, discrepar sin violentar. Es una de las tareas pendientes más fuertes que tenemos los seres humanos.

A veces se recurre a la artimaña psicológica de sostener que “somos francos”, por eso decimos lo que decimos de la manera en que lo hacemos. Sin embargo, la franqueza no es autorización expresa para el maltrato.

No dejo de sorprenderme especialmente por profesos cristianos que olvidando los buenos modales se comportan de una manera impropia cuando pretenden “dialogar” sobre opiniones respecto a algún aspecto de la vida cristiana. ¿Haría Jesús lo que algunos hacen en las redes sociales?



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer
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