“Llamemos a la joven, a ver qué piensa ella respondieron. Así que llamaron a Rebeca y le preguntaron: ¿Quieres irte con este hombre? Sí respondió ella” (Génesis 24: 57-58)
—Pastor, permítame decirle que creo que usted está cometiendo un terrible error.
—En qué —le dije preocupado.
—Pues en la forma en que está educando a su hija.
—¿Por qué? —dije sin entender.
—Es que usted le ha permitido pensar por sí misma. Ella es muy independiente. Toma sus propias decisiones y dice todo lo que piensa.
—¿Y cuál es el problema?
—Bueno, con esa actitud nunca va a encontrar marido. ¿Quién querrá casarse con una mujer que es tan independiente?
Al alejarme no sabía si reír o llorar. Si despreciar a ese hombre por su actitud tan cerrada o sentir lástima por su visión tan miope de la realidad.
Luego, al pensarlo mejor, sentí compasión por su esposa y sus hijas, una de las cuales era alumna mía. En ese momento pude hilar cabos y entender algunas de sus reacciones tan defensivas cuando alguien le decía algo.
Si en tiempos de Abraham, cuando los derechos de la mujer eran tan limitados, le preguntaron a Rebeca su parecer sobre lo que hacía el siervo, ¿cuánto más hoy, que tenemos a Jesucristo quien nos muestra un camino diferente?
Pensar por sí mismo no sólo es una maravilla de la creación de Dios, también es un derecho otorgado por el creador a todos los seres humanos.
Pensar que una mujer no debería dar su opinión libremente es simplemente no entender la creación de Dios.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado
Dos padres. Dos hijas. Didáctico aunque penoso... Muy lúcido! Gracias, pastor!
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