“Él colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas” (Salmo 103:5)
La promesa de este versículo es hermosa. Hace que den ganas de soñar y de aspirar a más. El texto no dice que Dios nos hará como gorriones o gaviotas. Utiliza una imagen poderosa. Nos ofrece la visión extraordinaria de un águila volando en lo alto, allá en las montañas, donde no llegan otras aves ni alcanzan otros animales. Es la imagen de la majestad y la grandeza, evidentemente, no asociada al poder sino a la satisfacción y la plenitud.
Muchos cristianos viven vidas mediocres, conformes con metas a corto alcance y sin intentar siquiera aspirar a volar por sobre el horizonte para tener una visión abarcante como la que tienen las águilas, que ven mucho más que cualquier ave.
Dios -dice el salmista- es quien colma de bienes nuestra vida, y la máxima aspiración de Dios es que nos convirtamos en águilas y no en aves pequeñas que le temen a su sombra. Sino en águilas majestuosas que sepan encarar la realidad de una manera diferente, sin temor y mirando sobre el horizonte con satisfacción.
Los creyentes no están llamados a reptar sino a volar. Los que son hijos de Dios deben aspirar alto. Mirar con seguridad, sabiendo que tienen al Padre celestial de su parte.
Muchos creyentes no son creíbles, simplemente, porque sus aspiraciones no se condicen con los ideales de un Dios extraordinario que desea lo mejor para sus hijos y procura que sean “cabeza y no cola” que estén “en la cima, nunca en el fondo” (Deuteronomio 28:13).
Conformarse es renunciar a los ideales divinos para la vida de los creyentes.
La mezquindad de los sueños de muchos va en directa relación con la fe que tienen en un Dios obrador de milagros y para quien “no hay nada imposible” (Lucas 1:37).
Si puedes conquistar los cielos, ¿qué haces mordiendo el polvo de la derrota y la conformidad? Si eres capaz de grandes logros, ¿qué haces sumido en una rutina mediocre que no te permite dar lo mejor de tí mismo?
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA
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