Se inclinó


“Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor” (Salmo 40:1)


Me encanta este versículo porque contiene una idea poderosa acerca de Dios que a menudo olvidamos. Nos habla de ternura, de cuidado, de presencia, de amor inconmensurable. Dios, el todopoderoso, creador del universo se inclina hacia mí para escucharme.

Eso contrasta con todas las ideas tergiversadas que se presentan acerca de Dios. Se transmite el concepto de que el ser humano debe ir delante de Dios humillado, derrotado, sin fuerzas y totalmente fracasado, para ver, si tal vez, Dios se compadece y nos escucha. Los agoreros de desesperanza a menudo transmiten esta idea como si fuera bíblica, cuando en realidad va en contra de lo que la Escritura presenta.

En una sola frase David tira por tierra una tradición nacida en una visión tergiversada de la divinidad bíblica. Dios, como un padre que ama con amor entrañable a sus hijos, está dispuesto a escucharlos y se inclina hacia ellos para que se sientan cómodos, para que no supongan que Él está tan lejos que no puede ni quiere escucharlos.

Dios es todo bondad. Él sólo espera que vayamos a su presencia. Que dejemos a un lado nuestros temores aprendidos y nos atrevamos a presentarle nuestro clamor. Dios no nos castigará ni usará un palo para venir sobre nosotros a imponernos sacrificios y penitencias, ni siquiera intentará que nos sintamos mal, todo lo contrario, buscará la forma de que nos gocemos en su gracia y salgamos de su presencia renovados y transformados por su amor.

Los agoreros de la desesperanza venden la idea de que Dios espera constantemente una música que sólo a él le guste, cuando en realidad Dios se goza con nuestros balbuceos musicales, tal como lo hace un padre cuando ve a su pequeño hijo tomar un tambor y dar pequeños golpes al instrumento, sin ritmo, sin sonoridad, pero con alegría.

Los agoreros de la desesperanza han vendido la idea de que sólo hay algunas ropas que a Dios le gustan, así que viven constantemente ocupados en “vestir para Dios”, sin darse cuenta que él ve nuestra desnudez siempre y todo lo que vistamos ante su gloria, en realidad, son trapos de vagabundos.


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: 
SALMOS DE VIDA 

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