Triufar desde el abismo



“Me ha estrellado contra el suelo; me ha hecho morder el polvo” (Lamentaciones 3:16)
Debería existir un letrero que estuviera puesto en las paredes y dijera: “Ten cuidado cuando emitas un juicio sobre otra persona, puedes equivocarte rotúndamente”. Seguramente, muchos de los que conocieron a Khalil Rafati antes del año 2003 habrán emitido duros epítetos en su contra y le habrán augurado lo peor. Sin embargo, si lo conocieran o reconocieran hoy tendrían que tragarse sus palabras.

Estando en su novena sobredosis de cocaina y entendiendo que si hubiera una décima su vida dio un giro totalmente distinto. El equipo médico que lo atendió en esa oportunidad después de revivirlo con un desfibrilador le dijo claramente que una vez más y no la contaba.

Había vivido en la calle desde hace años. Pasaba sus días cuidando autos y vendiendo droga para poder sostener su adicción. Tuvo una niñez complicada y en la adolescencia se mudó a Los Ángeles, en EE.UU., con el fin de probar suerte en la industria del cine, pero no le fue bien y terminó como muchos, sobreviviendo en lo que podía, hasta que llegó a la calle.

A los 33 años era adicto a la cocaina, al crack y pesaba apenas 49 kilos y su piel estaba totalmente ulcerada. Era hueso y piel. Parecía un cadáver viviente. En esas condiciones tuvo su novena dósis.

En la actualidad tiene 46 años, es millonario, dueño de varias empresas y viaja exclusivamente en jet privado. Su empresa más rentable “Sunlife Organics” que se dedica a los jugos naturales y otros productos saludables, se extiende por todo EE.UU. y Japón. ¿Cómo fue eso posible?

Estando en el hospital decidió que no podía seguir en esas condiciones. Tenía que hacer algo. Se internó en un centro estatal especializado para atender a drogadictos. Estuvo allí cuatro meses. Al salir trabajó en dos centros de rehabilitación, lavó autos y sacó a pasear perros.

Ahorró cada dólar que pudo y trabajó siete días a las semanas 16 horas diarias, hasta que tuvo lo suficiente para alquilar una casa y fundar una institución para ayudar a personas adictas que pudieran pagar diez mil dólares por su rehabilitación. Luego sus pacientes empezaron a pedirle botellas de sus jugos de frutas. El resto es historia. Podemos estar en el polvo, y decidir permanecer allí o hacer lo que esté de nuestra parte para salir.

 Diseñados para amar

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. 
Del libro inédito: SUPERANDO OBSTÁCULOS 

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