Creer por decreto



“Unos se convencieron por lo que él decía, pero otros se negaron a creer.” (Hechos 28:24)

A través de toda la historia humana y en casi todas las religiones la tentación ha sido obligar a creer por decreto. Una de las historias más antiguas en ese sentido la protagonizó por quien es conocido por haberse casado con la mujer más hermosa de su tiempo y también era rey. Amenhotep IV, un faraón de la dinastía XVIII, quien gobernó Egipto entre los años 1372 y 1354 a.C., es más conocido por el nombre que adquirió: Akhnatón, “Atón es muy feliz”. Su esposa era la reina Nefertiti, cuyo nombre significa “la belleza mora entre nosotros”.

Akhnatón era aficionado a buscar explicaciones físicas, por lo que le resultó mejor concebir a dios omnipotente como un disco solar, más que como un espíritu del sol. El faraón proscribió todas las viejas teologías y clausuró los templos de los dioses tradicionales, abolió los sacerdocios, servicios y beneficios vinculados.

En su afán de proclamar la nueva fe fundó una nueva capital, Akhetaten, la ciudad del Horizonte del sol. La gente común se vio de un momento a otro desprovista de sus creencias tradicionales. Eso hizo que muchos conservaran en secreto su fe. Cuando murió Akhnatón, los antiguos sacerdotes y el pueblo, destruyeron todo el que el antiguo faraón había construido, incluida su ciudad que fue arrasada hasta los cimientos. Su hijo, Tutankamón nunca pudo continuar con su obra religiosa impuesta por la fuerza.

Cuando Dunham comenta este incidente señala a manera de conclusión: “Cuando las divinidades se mezclan con la política han de estar preparadas para soportar la penumbra y la oscuridad” (Dunham, 1969:10).

El problema es que esta tendencia nunca ha muerto, en ninguna religión. Muchos cristianos hasta en pleno siglo XXI pretenden imponer sus propios criterios religiosos sin considerar en nada las diferencias conceptuales y el derecho que les cabe a otros de pensar distinto.

Hace poco escuché el discurso político-religioso de un predicador en un Te Deum evangélico donde estaba presente la presidenta de Chile, Michele Bachelet, y me dio miedo de que ese individuo tuviera algo de poder, porque de tenerlo, no dudaría en imponer, prescribir, perseguir, proscribir y negar derechos básicos, en nombre de la fe. Nunca la creencia se impone.





Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. 
Del libro inédito: Superando obstáculos 


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