Después del trauma



“Yo lo libraré, porque él se acoge a mí; lo protegeré, porque reconoce mi nombre” (Salmo 91:14)

Se han realizado estudios con lo que ha ocurrido en New York después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Los neoyorquinos eran conocidos a nivel mundial por su nivel de apatía frente al sufrimiento ajeno. Cada uno vivía su propio mundo sin involucrarse con nadie. Era proverbial que si alguien se caía en New York los transeuntes pasarían por encima para no llegar tarde al trabajo.

Sin embargo, los atentados terroristas de 2001 cambiaron la situación. Desde el mismo momento en que ocurrieron los hechos hubo un sentimiento de solidaridad. Miles de personas, de todos lados de la ciudad acudieron a ayudar. Los restaurantes instalaron mesas en las afueras de sus establecimientos para que cualquiera que lo necesitara tomara comida para continuar ayudando. La gente abrió sus casas para recibir a heridos y gente cansada. Todos ayudaron de la mejor forma posible. Ante el horror y el trauma la gente se unió.

En los años que siguieron la cultura de la ciudad cambió totalmente. La gente se habla, se invita, se presta ayuda mutua y los niveles de suicidio han bajado al nivel de lo que ocurría en 1930. La solidaridad después del trauma cambió el ambiente de la ciudad.

El perdón tiene el mismo efecto. Cuando una persona se ha equivocado y se arrepiente de lo que ha hecho, es como un sobreviviente de un atentado. Está mal herida, sangrante, adolorida y frágil. Sabe que ha cometido un error. Entiende con claridad que ha hecho algo que ha provocado un dolor a otros. En ese contexto, el perdón se convierte en el bálsamo sanador y en la restauración que necesita para seguir confiando y creer que es posible un cambio real.

Cuando se le niega el perdón a una persona que honestamente está arrepentida, entonces, la herida se mantiene abierta y genera pústulas que se convierten en heridas más graves. Es difícil volver a confiar en otros y en sí mismo. Los procesos de recuperación son lentos, y en algunos casos, no se producen, porque el individuo no es capaz de creer que puede cambiar.

El perdón es restaurador. Produce la sensación de paz después que ha pasado el sufrimiento inicial. Negarlo es cruel. Es mantener al culpable en el lodo y dejarlo que se hunda sin hacer nada para evitarlo.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Lazos de amor

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