Ser mujer en el mundo de Pablo



“La mujer, engañada, fue causa de la prevaricación de la caída en el pecado” (1 Timoteo 2:14)

Muchos mitos cristianos suponen que la mujer era bien tratada en el judaísmo y que siguió siendo bien tratada en el cristianismo. Nada más lejos de la realidad histórica.

Entre los judíos la posición de la mujer era inferior. Aunque se la respetaba como madre y encargada de la familia, su situación social era muy precaria.

Para la ley judía no era una persona, sino una cosa, por eso que ofende, por ejemplo, que en Éxodo 20:17, se la considere entre los animales y los esclavos, es decir, sin ningún valor en sí misma.

Una mujer judía estaba totalmente a disposición de su padre y luego de su marido, que tenían derechos de vida y de muerte sobre ellas.

Se les prohibía aprender de la Torah (ley). Instruir a una mujer equivalía a tirar perlas a los cerdos, tal como enseñaban los rabinos.

Las mujeres no podían participar en el culto, literalmente, estaban encerradas en una sección de la sinagoga, que para todos los efectos parecía un gallinero y no un lugar de adoración.

Las mujeres no podían enseñar, ni siquiera a los niños más pequeños.

Estaban exenta de participar en las actividades religiosas. No estaban obligadas a participar de las fiestas ni los festivales sagrados. Incluso, se consideraba que la mujer no estaba obligada a guardar el sábado por los deberes que tenía que cumplir.

Por esa razón, cuando se leen las palabras de Pablo, sorprende, en primer lugar, que el apóstol, como rabino, no repitiera las mismas ideas que sus contemporáneos decían, y además, que no mostrara las actitudes misóginas y sexistas de los demás judíos.

Pablo integra y respeta a la mujer, pero hay conceptos de 1 de Timoteo que no se entienden a la luz del judaísmo, sino de lo que ocurría en el mundo griego, al que está escribiendo, porque Timoteo está dirigiendo la iglesia de Éfeso.


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado


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