Textos de terror



“¿Qué haremos en cuanto a las mujeres para los que han quedado? Nosotros hemos jurado por Jehová que no les daremos nuestras hijas por mujeres. Entonces la congregación envió allá a doce mil hombres de los más valientes, y les mandaron, diciendo: Id y herid a filo de espada a los moradores de Jabes-Galaad, con las mujeres y niños. Pero haréis de esta manera: mataréis a todo varón, y a toda mujer que haya conocido ayuntamiento de varón. Y hallaron de los moradores de Jabes-Galaad cuatrocientas doncellas que no habían conocido ayuntamiento de varón, y las trajeron al campamento en Silo, que está en la tierra de Canaán” (Jueces 21: 7, 10-12)

Seguramente, todo padre o madre cristiana le habla a sus hijos de la importancia del amor, la tolerancia, el respeto y el considerar a otros. Eso es “cristiano”, decimos, con certeza. Hasta allí, bien. El problema es ¿qué hacemos con los textos de terror que hay en la Escritura?, el que antecede esta reflexión, por ejemplo.

Gente del pueblo de Dios entrando a un pueblo y asesinando a todas las mujeres, varones y niños que encontraron, excepto a 400 señoritas que eran vírgenes, que fueron tomadas como rehenes, y llevadas a tierra de Israel y convertidas en concubinas de los vencedores. En otras palabras, violadas y abusadas, porque supuestamente “el pueblo de Dios” había ganado.

¿Pueden imaginar el horror que contienen estos pocos versículos? Me recuerda a los peores momentos de la guerra de los balcanes, del genocidio de Ruanda, las masacres de Somalía, los abusos nazis o los horrores que pasó el pueblo armenio, por no mencionar los latinos, chinos, y otros pueblos que han vivido situaciones parecidas.

Cualquier persona con un poco de sentido de humanidad sabe que estos versículos no se corresponden con la visión de un Dios que proclama a todas voces que es justo, misericordioso y lleno de amor. Con un Jesús muriendo en la cruz para dar su vida por la humanidad. La única manera que tengo de entenderlo, para no caer en la bibliolatría, es entender que muchos individuos se excedieron, dejaron que sus concupiscencias los gobernaran, y en su vesania, inventaron la excusa de que eso era voluntad divina, lo que es simple y llanamente una mentira.


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez

Del libro inédito: Ser mujer no es pecado


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