“Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana” (Santiago 1:26).
La lengua y la capacidad de hablar es un don, pero con esa pequeña lengua podemos hacer mucho bien y mucho mal. La próxima vez que te cuenten algo, piensa bien si es prudente dar a conocer una información que puede afectar a otra persona. Piensa además, si te gustaría que dijeran algo a tus espaldas y sin que tu pudieras defenderte de la cobardía del que difama gratuitamente.
Si el rumor dejara manchas en la cara de quienes los dan a conocer o los expanden, ¿cuántas personas crees que tendrían la cara limpia?
Si por cada rumor que propagamos nos saliera un lunar, ¿cuántos lunares tendríamos en el cuerpo?
Si cada vez que diéramos a conocer un rumor nos crecieran las orejas, aunque sean un par de milímetros, ¿qué tamaño tendrían tus orejas?
Sin embargo, nada de eso es posible, simplemente, cuando propagamos un rumor lo hacemos sin estar concientes del daño que hacemos y de lo que ocasionamos por no hacer lo correcto.
Hablar es un don. Hablar mal de otro es un pecado. Lo primero se llama elocuencia, lo segundo se llama maledicencia. Cuando hablamos correctamente, en el momento adecuado y de la forma correcta, entonces, producimos mucho bien. Cuando por el contrario, hablamos impropiamente de otras personas, entonces, somos culpables de propagar información que tiene el potencial de dañar y perjudicar a muchas personas.
Cuando el que habla mal es un cristiano, entonces se agrega otro problema, que es que estamos haciendo algo que Dios rechaza de plano y no lo acepta, simplemente, porque no es una conducta que agrade a Dios. Así que hay que pensar bien antes de hablar la próxima vez.
Muchos cristianos racionalizan el hablar mal de otros por supuestas defensas del cristianismo. Lo hacen sobre la base de que “defienden” la verdad. ¿Valdrá ese intento banal si lo hacen utilizando la mentira y la difamación?
“Lo que uno inventa los otros lo aumentan” (Johnathan Swift).
Del libro inédito Reflexiones al amanecer
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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