El dilema de creer



“Pero algunos se negaron obstinadamente a creer” (Hechos 19:9)

En el prefacio de su obra cumbre, Barrows Dunham expresa con claridad meridiana el sentido máximo de la vida de todo ser humano: Creer. Él dice: “Una de las cosas que tiene que hacer un hombre en la vida es descubrir, con la mayor amplitud posible, los fundamentos para creer lo que le piden que crea. Por supuesto, la razón le invita a creer todas y sólo aquellas afirmaciones que parecen ser verdaderas. Tan pronto como el hombre intenta seguir fielmente la razón, toma conciencia de otros principios, o al menos de los condicionamientos que emanan de la sociedad organizada que le rodea. Esto significa que se encuentra constreñido y atraído por creencias que en otro caso nunca hubiera poseído” (Duham, 1969: 7).

Descubrir “los fundamentos para creer lo que le piden que crea”, pero sin obviar que cualquier creencia está mediatizada por muchos factores ajenos a la razón: El sexo que nos posee, la sociedad en la que nacemos y nos desarrollamos, la familia que nos condiciona, los incidentes que marcan nuestra vida y los avatares propios del día a día y de la vida. Nadie puede creer simplemente, en una objetividad absoluta.

Tengo muy claro que soy cristiano porque nací en un hogar cristiano, porque crecí en contacto con una comunidad cristiana y porque en muchos sentidos, puede ser cristiano porque el país en el que nací no me hizo problemas para vivir mi fe. Pero, si hubiera nacido en la India, sin conocer nada más, probablemente sería politeísta y tendría como dios principal a Vishnu; o, si hubiese nacido en algún país árabe hoy creería en Alá y sería musulmán; y así sucesivamente. ¿Hasta donde es posible defender la objetividad absoluta de lo que creo si lo que creo está mediatizado por otros factores subjetivos?

Para ser honestos, esta misma lucha la tienen quienes crecieron en lugares donde la única fe es política o la vida está ligada a valores netamente inmanentes y donde lo espiritual es desechado como signo de decadencia o inferioridad. Oponerse a lo establecido en un determinado grupo humano siempre lleva a exponerse a la exclusión y el descrédito.

Cada persona tiene derecho a pensar como quiera y quien quiera. Nadie tiene derecho a imponer su creencia personal, por mucho que sienta que lo que él cree es superior a otras creencias. Esa es la máxima superior.

Del libro inédito Superando obstáculos
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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1 comentario:

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