Por amor



“¡Ay del que cae y no tiene quien lo levante!” Eclesiastés 4:10 

En la película, que en inglés se editó como “por amor al juego”, se retrata a Billy Chapell, protagonizado por el actor Kevin Kostner, el héroe del film, un beisbolista, vive el momento más glorioso en este deporte. La realización de un juego perfecto.

Al final, lo consigue, agotado, adolorido y a punto de colapsar.
Sin embargo lo que debería ser una noche de celebración y jolgorio no lo es. Llega a la soledad de su habitación del hotel, toma el teléfono y constata que no ha recibido ningún mensaje y en ese momento se pone a llorar amargamente.

La siguiente escena lo muestra caminando en un aeropuerto atestado de gente. Se dirige a Londres, donde supuestamente ha partido la mujer que ama. Sin embargo, ella está allí, perdió el vuelo porque se quedó mirando el juego de béisbol en la televisión allí en ese mismo lugar. 

Cuando se acerca y por fin puede declararle lo que está viviendo le dice lleno de emoción:

—Anoche debió ser la mejor noche de mi vida, pero no, y todo porque tú no estabas allí.

La reflexión es simple y a la vez profunda. ¿Qué sentido tiene vivir un momento especial si no hay alguien con quién compartirlo?
La soledad es una experiencia muy amarga, pero lo es mucho más cuando se tiene éxito o se viven momentos memorables, cuando no se tiene con quien compartir esos instantes que no vuelven, y que serán recordados el resto de la vida.

Dios inventó el amor y la relación de pareja, precisamente para que nos acompañemos, para que entendamos la necesidad que tenemos de otro ser humano.

En el plan divino la soledad no es buena. Dios no la desea. Por esa razón debemos hacer todo lo posible para amar y ser amados.

“La soledad es muy hermosa... cuando se tiene alguien a quien decírselo” (
Gustavo Adolfo Becker).

Del libro inédito Historias de cine
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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