En busca de sentido


“Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas” (2 Corintios 10:4)

Vivir es luchar, qué duda cabe. No hay forma de escapar a esta manera de enfocar la existencia, porque en todo momento tenemos que tomar decisiones que impliquen seguir o no en la lucha. Quién baja los brazos, está condenado a ser llevado por la riada de la existencia y perder el rumbo.

Muchas veces nos dejamos arrastrar por el desánimo y por las circunstancias, temiendo que frente a lo que ocurre no podemos hacer prácticamente nada porque todo está decidido por fuerzas superiores, lo que lleva a una melaconlía existencial y a muchos, directamente a la depresión y el abandono de sí mismos.

El psiquiatra austriaco Viktor Frankl, superviviente de ese lugar monstruoso que fue Auschwitz señala: “la vida es algo potencialmente lleno de sentido en cualquier circunstancia, incluso en aquellas más miserables y horrorosas, podemos descubrir el sentido de la vida a través de la actitud que adoptamos frente al sufrimiento inevitable”. El mismo Frankl logró sobrevivir precisamente por la confianza que manifestó en medio de un panorama desolador y porque siguió creyendo que el amor es posible aún en un lugar tan horrible como un campo de concentración donde pareciera que toda humanidad se ha perdido.

Cada semana me toca ver a mujeres que padecen a causa de las situaciones difíciles que les toca abordar, también a varones enfrentados a circunstancias complejas para las cuales nadie está preparado. La primera reacción es tirar todo por la borda. Mi consejo permanente es: Lucha, lucha, no bajes los brazos, por último, si la relación va a terminar sal de ella sabiendo que has hecho lo posible, que diste todo de ti para que lo que les pasaba tuviera una solución.

Nada es tan terrible que no se pueda enfrentar y con voluntad, trabajo, ayuda de Dios y con profesionales del área salir. La mayoría de las situaciones que vivimos son síntomas de cuestiones más profundas que arrastramos desde la niñez y es difícil resolverlas sin ayuda externa y sin las herramientas adecuadas. Pedir ayuda, es ayudarse a sí mismo.


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado

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