El látigo de Jesús


“Jesús tomó unas cuerdas, se hizo un látigo y los echó a todos del templo, junto con sus ovejas y sus novillos. A los que cambiaban dinero les arrojó las monedas al suelo y les volcó las mesas” (Juan 2:15) 

Juan es el único de los evangelios que cita “el látigo” de Jesús. En realidad, fue una cuerda atada que utilizó para expulsar a los mercaderes de animales y los cambistas del templo. La razón era simple, habían convertido la casa de Dios en un mercado donde se abusaba de la fe y de la confianza de la gente.

La gente venía desde lejos a las distintas fiestas y ceremonias que se realizaban en el templo. Los sacerdotes y algunos esbirros del poder habían organizado un negocio redondo. Por ejemplo, muchos venían desde lugares lejanos, y no podían traer sus animales para el sacrificio, por esa razón ellos lo proveían, pero, los únicos animales para ser ofrecidos debían ser los que se vendían en el templo. Muchos de ellos traían monedas desde sus propios lugares de origen, por lo tanto, el único lugar para cambiarlos era el templo, y allí se adquiría una moneda que era la única que permitía comprar en el único lugar posible: El templo. Negocio redondo. Era un monopolio al servicio del erario de los sacerdotes.

¡Cuánto nos hace falta Jesús! ¡Necesitamos su látigo para que expulse a los mercaderes de la religión, a todos aquellos que han hecho de la fe un negocio! ¡Queremos que vuelque las mesas de quienes nos están asfixiando solicitando nuestro dinero como si tuviéramos que pagar por Su gracia! ¡Jesús! ¡Danos la tranquilidad de gozar de una religión sana sin mercaderes de la fe! No hay nada nuevo bajo el sol. La fe es cara, pero el precio fue la sangre de Jesús, no debo pagar de nuevo.

“Para la codicia nada es sagrado. Si el Ave Fénix cayerá en sus manos, se la comiera o la vendiera” (Juan Montalvo)
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer
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1 comentario:

  1. Una vez se me ocurrió una pregunta: ¿De dónde sacó Jesús aquella cuerda? Son esas preguntas que se plantean los que no tienen otra cosa que hacer... Y me atreví a especular: quizá de las que se usaban para atar a los corderos que iban a ser sacrificados. Si fuera así, el gesto del nazareno no tuvo que ver sólo con la purificación del Templo, sino con la liberación de los corderos —condenados a muerte— que él había venido a pastorear. Jesús nos libera de las ataduras de la muerte, y desata nuestras ansias de vivir para siempre. Además, acaba con el secuestro de una religión autoritaria que necesita atar al creyente para sobrevivir.

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