En su santo templo


“Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono” (Salmo 11:4)

A veces, en el contexto religioso, hacer o plantear algunas preguntas, parece impertinente, sin embargo, es parte vital de una buena experiencia religiosa el saber si los criterios que tenemos o las ideas que planteamos son o no las correctas.

Muchos religiosos suelen asignarle un carácter sagrado a los lugares de culto y algunos utilizan este versículo para decir “Dios está en el templo”, sin embargo, es un mal uso. Cuando un judío de tiempos de David se refería a la presencia de Dios en el Santuario hablaba de la shekina, la luminosidad milagrosa que salía del lugar santísimo y que servía de referente físico real para mostrar la presencia de Dios.

Algo similar ocurría en la mente de quienes vieron la construcción del santuario, ahora en piedra y que comenzaron a llamar “templo”, pero que no es equivalente a los “templos” cristianos nuestros. Para empezar, al santuario de Israel no entraba el pueblo, sino exclusivamente los descendientes de Leví que eran sacerdotes, y lo hacían en contadas ocasiones como símbolo de estar en la presencia de Dios.

Cuando Jesús murió ese templo perdió vigencia y sentido. El cordero de Dios había muerto. Con Cristo se unieron el símbolo y lo simbolizado. Los cristianos de los primeros siglos lo entendieron, por eso no construyeron templos. De hecho Pablo trasladó la santidad del antiguo templo a los creyentes al decirle a sus seguidores “ustedes son templo del Espíritu Santo” (1 Corintios 6:9).

Fue la madre de Constantino, una mujer supersticiosa que hizo una mezcla de ideas ocultistas con cristianismo, la que comenzó a construir templos, en principio, sobre las tumbas de mártires cristianos, de allí la tradición de enterrar “santos” bajo el altar mayor de algunas iglesias. La idea de congregarse a escuchar un sermón y cantar cantos, fue posterior, por lo tanto, mucho de lo que se hace en los templos, no es tradición de origen cristiano. De todos modos, el congregarse no está demás, ni tampoco el alabar. Pero hay que tener en cuenta el origen de algunas prácticas para no sacralizarlas de manera inadecuada.

¿Entiendes que tú y yo somos templo del Espíritu Santo?

 © Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida 

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