No se puede ocultar


“Al que en secreto calumnie a su prójimo, lo haré callar para siempre” (Salmo 101: 5)

Es evidente que Dios no tolera algunas acciones y la razón principal es que entiende perfectamente las consecuencias de actos, que no sólo agreden de manera sutil, sino que dañan, a veces, por décadas. La presencia de las redes sociales y la masificación de los medios de comunicación instantanea como el email y el chat, han permitido que esta vieja práctica prolifere de manera insospechada, y de paso, haga un daño también de características dantescas.

La calumnia se produce cuando sin base alguna hablamos mal de alguien y lo expresamos y lo reafirmamos. Pero, también hay calumnia cuando amparados en un puesto de responsabilidad o en una situación de poder (del que sea), decimos algo de alguien, aunque sea cierto, para provocar daño.

Hay personas que se especializan en este tipo de comunicación perversa. Dicen una frase a medias y dejan que su interlocutor imagine el resto, o derechamente, se dejan llevar por su maldad y hablan para que la reputación de otra persona sea manchada.

Cuando cae una mancha a la ropa, a veces, es muy difícil sacarla. En ocasiones, quedan pequeñas huellas de la salpicadura que nos recuerda que allí hubo un manchón. Lo mismo sucede con la calumnia, cierto o verdad, la gente suele recordar más cuando alguien habla mal de una persona que cuando del mismo individuo se reciben informaciones correctas.

El versículo que escribió David, es una promesa pero a la vez una advertencia. Una promesa para quienes sufren de calumnias porque saben que no están solos y todo lo que se dice es escuchado por Dios. Una advertencia, porque Dios se muestra intolerante frente a la calumnia.

Antes de abrir la boca ten cuidado con lo que digas. Aquí vale esa frase de las películas: “Todo lo que digas puede ser usado en tu contra”... en el tribunal celestial. No tenemos amparo de Dios cuando hablamos mal de nuestro prójimo.

¿Eres dado a la calumnia? ¿Entiendes que Dios escucha todo?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida
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