De todos modos...


“Con sabiduría e inteligencia, el Señor afirmó los cielos y la tierra” (Proverbios 3:19)

Galileo Galilei (1564-1642)

De niño, siempre tuve lo justo para comer, pero nunca faltó libros ni revistas en casa. Mis padres entendieron la importancia de la lectura y proveyeron para que tuviéramos posibilidades de leer. Por años nos llegó las Selecciones del Reader’s Digest, con mis hermanos hacíamos turnos para leerla. Siempre iba primero a la sección de “Mi personaje favorito”, donde narraban la historia de alguna persona en particular, tal vez por eso me impacten hasta el día de hoy las biografías, porque son rastros de personas que de una forma u otra dejaron huellas dignas de ser tomadas en cuenta.

Uno de esos personajes que llenó mis días de niño fue Galileo Galilei. Solía contar con entusiasmo algunos de los detalles de su vida que iba descubriendo, y hasta ahora, cuando pienso en estrellas, telescopio, lentes y la Torre de Pisa, viene a mi mente, Galileo con toda su inventiva y valentía.

Vivió en una época oscura, donde las mentes geniales brillan más. Se enfrentó a la maquinaria de oscurantismo más férrea y monstruosa de la historia. Desafío al poder político, religioso y científico de su época haciendo propuestas que tiraban por tierra todo lo conocido hasta el momento.

Probó que las tesis de Ptolomeo, no sólo era absurdas, sino que no podían ser comprobadas matemáticamente. Entendió que el sol estaba en el centro y que la tierra era la que giraba en torno al astro rey, tal como lo había anunciado Copérnico, pero su voz había sido acallada.

Por atreverse a desafiar al poder dominante, la Inquisición lo condenó a la reclusión de por vida en su propia casa. Se salvó de morir en la hoguera, sólo porque el Papa del momento, lo amparó, de otro modo, habría tenido que vivir el mismo destino que vivieron Giordano Bruno y muchos otros que se atrevieron a desafiar las ideas imperantes.

Galileo Galilei
Cuando sabía que moría, envió una nota al Papa que sólo decía: “De todos modos, tenía razón”. Aunque lo habían obligado a callar, no estaba dispuesto a irse a la tumba sin decir la verdad. A los verdaderos investigadores siempre termina la historia por darles la razón.

La verdad, en cualquier ámbito, no puede ser silenciada. De una forma se las arregla para salir a la luz y mostrar que el matonaje no puede acallar lo correcto y la violencia no puede apagar el conocimiento.




Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inedito: Héroes de verdad

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