“Juana, esposa de Cuza, el administrador de Herodes; Susana y muchas más que los ayudaban con sus propios recursos” (Lucas 8:3)
La historia la escriben los vencedores y eso es cierto aún en la redacción de la Biblia y también de los evangelios. La Escritura no fue dictada (“inspiración por dictado”), sino que fue “inspirada”, eso implica que los escritores bíblicos eligieron qué escribir y qué perspectiva presentar. Dios obró en sus mentes (“inspiración dinámica”), pero fueron ellos, los escritores los que decidieron la perspectiva desde la que querían presentar lo que sabían.
Cuando Juan, Mateo y Marcos decidieron escribir sus evangelios lo hicieron desde una perspectiva donde eligieron los incidentes que mejor se adaptaban a la perspectiva que tenían. Mateo optó por todo aquello que fuera relevante para judíos; Juan buscó presentar todo lo que sirviera para probar que Jesús era Dios; y Marcos, escribiendo a romanos, mostró a un Cristo de acción, de hechos y no de palabras, algo que evidentemente atraería a un romano. Lucas, en cambio, presenta una serie de incidentes donde se destaca la acción de Jesús por los desplazados y los despreciados de esa sociedad.
En ese contexto, Lucas es el único que presenta a las “discípulas” de Jesús. Al grupo de mujeres que seguían a Cristo en su peregrinaje por Israel. Los otros evangelistas fueron vencidos por su visión parcializada donde la preeminencia de todo lo tenían los varones. Lucas, probablemente por ser extranjero y tener una perspectiva más cosmopolita, se dio cuenta lo que a todas luces era algo inusual: Mujeres siguiendo a un rabino.
En esa época no había lugar para mujeres. Su misión era procrear y atender maridos. Otra acción estaba prohibida. Las mujeres que siguen a Jesús representan una revolución y a un Cristo dispuesto a cambiar las cosas. Las mujeres no podían salir de sus casas solas, sólo podrían acompañarlas un familiar directo. Si alguna era sorprendida fuera de su casa, sola, era cruelmente castigada y en algunos casos, la deshonra era tal que terminaban asesinándolas. Aquí tenemos a varias de ellas no sólo andando por caminos polvorientos siguiendo a un rabino casi desconocido, sino además, dando de sus recursos para mantenerlo. Si eso no es revolución, en realidad, no sé qué es.
Jesús fue un revolucionario. Liberó a las mujeres de su cultura. Algunos aún no captan el impacto de esa actitud de Cristo.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Cada vida un universo
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