Vivir sin temor


“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1Juan 4:18)

El temor paraliza. Hace que las personas no piensen adecuadamente y actúen a la defensiva. El miedo, a la larga, es corrosivo.

Erica Jong lo grafica al decir: “no he dejado de tener miedo, pero ahora no dejo que el miedo me controle. He aceptado que el miedo hace parte de mi vida, especialmente el miedo al cambio, el miedo a lo desconocido, y he seguido adelante aunque el corazón me late agitadamente en el pecho y me dice: regresa, regresa, morirás si te aventuras demasiado lejos”.

Seguir adelante, pese al miedo, es parte de la vida de quienes eligen no dejar que el temor controle sus vidas. En las relaciones de pareja, el miedo es fatal, porque entorpece el desarrollo normal como pareja. Sin embargo, es imposible no tener miedo cuando se inicia una relación y también en el transcurso, el secreto es permitir que las circunstancias no controlen nuestras emociones, sino ser nosotros, artífices de nuestro propio futuro y presente emocional.

En este contexto, el texto de Juan señala un elemento razonable. En un ambiente de respeto, de tolerancia, de afectividad, de contención y de cariño, el temor es más fácil de controlar. Por eso señala que el amor expulsa el miedo, y en cierto modo es psicológicamente razonable, porque las personas con carencias afectivas están más propensos a vivir encadenados al miedo, en cambio, quienes están abrigados por el amor, les resulta más sencillo enfrentar el día a día con más fuerza y sin esa carga que supone no saber qué esperar de quienes están a nuestro lado.

El amor es un bálsamo sanador. Logra que las personas puedan vivir tranquilos, emocionalmente estables y con una sensación de plenitud que les da fuerzas para continuar el camino, pese al miedo. En un ambiente amoroso el temor no desaparece, pero se puede controlar. Cuando sabemos que somos amados, de manera incondicional, el miedo no socava nuestro interior, es algo que nos ayuda a mantenernos alerta, pero podemos continuar. Así que el temor, ante el amor, se queda inmovilizado y no tiene el efecto que tendría ante la ausencia de amor.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014 Del libro inédito: LAZOS DE AMOR

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