Mi dolor está siempre conmigo


“Porque estoy a punto de caer y mi dolor está siempre conmigo” (Salmo 38:17 )

El dolor siempre tiene dos caras. No sólo importa tú dolor, sino también el del que sufre a tu lado. A veces, sumergidos en nuestras tristezas perdemos la capacidad de empatizar con el dolor ajeno, y nos vamos convirtiendo en sonámbulos de la vida, que vamos marchando como individuos que han perdido la capacidad de oir.

Leo estas palabras del salmista y me siento identificado, porque todos llevamos algún dolor que está siempre con nosotros. Sin embargo, hemos aprendido a fingir, a autoengañarnos, a esconder entre sonrisas y bromas, esos dolores que nos corroen hasta hacernos trizas las esperanzas y dejar que se oxiden nuestros sueños.

Una de las características de una religión verdadera es el sentido de comunión. Sin embargo, los cristianos lo hemos reemplazado por “reunión”, que no es lo mismo. Podemos estar miles de personas una al lado de la otra, reunidas en edificios de piedra, pero eso no significa comunión ni empatía.

Es interesante que la Biblia define a la iglesia continuamente como una “koinonía”, expresión que denota unidad, comunión, hermandad. Tan ocupados estamos de construir denominaciones y estructuras religiosas, que de paso, olvidamos el verdadero sentido de la comunión. De esa sensación profunda de que estando solos no avanzamos, porque precisamos que otros nos ayuden a soportar nuestros dolores.

Entre una vida y otra hay un abismo de historias no contadas, de pasajes vividos en la soledad, de cientos de horas preguntándose para qué, por qué, y las miles de preguntas existenciales que todos nos hacemos para darle sentido a la existencia. No fuimos diseñados para la soledad, sino para la comunión.

Abrazo en silencio al salmista que escribió estas palabras, porque aunque su dolor ocurrió hace miles de años, aún sigue resonando en el tiempo, porque en el dolor nos hermanamos, nos acercamos, nos cobijamos y entendemos que todos los humanos somos un poco como guijarros en el camino, solos, únicos, separados, sin sentido cuando están aislados, pero definitivamente lógicos y necesarios cuando están juntos construyendo el sendero.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014 Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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